Un tesoro oculto en la costa de Cedeira: 125 monedas de oro grandes y 153 pequeñas, y al menos 2.000 de plata
CEDEIRA
Sería parte del cargamento de la fragata San Juan Bautista, que naufragó en la bocana de la ría el 20 de febrero de 1709; los tripulantes fueron rescatados por marineros de la villa
24 abr 2023 . Actualizado a las 22:17 h.La fragata correo San Juan Bautista zarpó del puerto de Pasajes (San Sebastián) el 13 de febrero de 1708, en plena Guerra de Sucesión, al mando del capitán Francisco de Sorarte, vecino de Deva (Guipúzcoa), como relata Yago Abilleira (Pontevedra, 41 años) en el número 150 de la Revista de Historia Naval, editada por el Ministerio de Defensa. Este contable residente en Lugo se topó con la historia de la fragata buscando información sobre naufragios en Galicia. Como narra, el barco, «integrado en el servicio de estafetas que se acababa de adjudicar al recién nombrado marqués de Montesacro, y compañía», se dirigía a Cartagena de Indias (la actual Colombia), con un cargamento de hierro vasco, «tan apreciado al otro lado del Atlántico». «Debería haber arribado a su destino en marzo o abril, por lo que presenciaría la batalla de Baru, el 8 de junio de 1708, entre fuerzas navales inglesas y los escoltas españoles de la flota de Tierra Firme que, procedente de Panamá, se dirigía a Cartagena de Indias», elucubra, sin datos precisos sobre ese episodio.
«Como resultado, se hundió el famoso galeón San José [...]. Diez días después, los ingleses retiraron al grueso de su escuadra a Jamaica, dejando algunas unidades para evitar que la flota intentase regresar a España», abunda, por lo que la fragata tuvo que permanecer allí hasta finales de septiembre o principios de octubre. Ya de viaje, a la altura de Bahía Honda, en Cuba, avistaron a tres corsarios enemigos, «y se decidió poner a salvo el dinero en la lancha, mandándola a tierra». Pero los 250.000 pesos desembarcados acabaron en manos piratas. La fragata, que no dejó de ser acosada, logró por fin entrar en La Habana el 14 de octubre, donde estuvo retenida tres meses y donde «las autoridades se incautaron otros 50.000 pesos que no habían sido descargados». .
Según el relato de Abilleira, el 14 de enero de 1709 partió, divisando la costa norte de Galicia el 18 de febrero, ya casi al anochecer. El fuerte viento del sur le impidió entrar en A Coruña o Ferrol, y cuando se dirigía al cabo Ortegal se toparon con tres corsarios pechelingues (holandeses). «Un marinero que era de la zona sugirió dirigirse a la ría de Cedeira, llegaron a la bocana, pero el viento les impidió entrar, y decidieron desembarcar a algunos tripulantes en el esquife para que pidieran ayuda a los marineros de la villa, pues creen que si se limitan a dar cañonazos nadie acudiría, por ser un ardid de los corsarios para apresar gente. Cuando ya se creían a salvo, el viento arreció y los botes no pudieron acercarse. El fondo era de cascajo y ninguna de las cuatro anclas hizo firme [...], cortaron los cuatro mástiles para ofrecer menos resistencia al viento. La gente se arrojó al agua desesperada, recogida por lanchas pesqueras».
El capitán, que al principio se negaba a abandonar el barco, finalmente se lanzó al agua y fue rescatado. No así un tripulante y un criado indio, que se ahogaron. Las mercancías que transportaba acabaron en la costa. «La carga principal era de tabaco y cacao, aunque también había lana de vicuña, vainilla, índigo y cueros», detalla Abilleira. Casi todo estaba podrido y entre lo que se pudo recuperar figuraban 9.200 monedas de plata y 33 de oro, pero Abilleira apunta que llevaba «125 monedas de oro grande y 153 pequeñas, ocho o diez lingotes de hierro y al menos dos mil monedas de plata», el tesoro oculto bajo las aguas.
El viernes, Abilleira, socio del Club de Buceo Cedeira, acompañó a Alberto García Montes de Oca (Tenerife, 33 años), historiador y máster en Arqueología Subacuática por la Universidad de Cádiz, «en una prospección, una búsqueda sistemática que no requiere remoción de sedimentos en el fondo», como explica este experto. Con apoyo de otros integrantes del club, tenían previsto sumergirse a unos 15 metros de profundidad, «con ilusión pero sin expectativa de encontrar nada».
«La parte orgánica se pierde, del cargamento podría haber algo de metal, un cañón, alguna arma de hierro, alguna herramienta... a ver si encontramos restos de un ancla», manifestaba Montes de Oca por la mañana, recién aterrizado en Galicia. Habían programado dos inmersiones, condicionadas por el estado del mar, justo el día antes de impartir una charla sobre la fragata y el proyecto de recuperación de posibles restos, en el Museo Mares de Cedeira.