La playa de arena negra de Cedeira, única en el planeta, uno de los tesoros del Xeoparque do Cabo Ortegal

ANA F. CUBA CEDEIRA / LA VOZ

CEDEIRA

FRANCISCO CANOSA

El tipo de rocas que forman el arenal y la presencia de restos de un glaciar confieren singularidad a este entorno

06 abr 2023 . Actualizado a las 16:49 h.

Para los vecinos de Teixidelo, su playa, hoy conocida por las arenas negras, siempre ha sido «a zona da mina», como recuerda Antonio Tojeiro, percebeiro jubilado. De chaval, no le gustaba nada bajar: «Tiña que ir buscar as cabras ao cantil e molestábame subir». En este singular arenal quedan restos oxidados del Don Segundo Sombra, un granelero que encalló en la costa de Cedeira, a la altura de Punta Candieira, el 22 de enero de 1980. En 2014 se recuperaron la hélice y parte de la bocina y del eje de cola del buque, un mercante de 159,53 metros de eslora y 20,75 de manga, construido en 1944 en un astillero de Alabama, en Estados Unidos, que había partido del puerto argentino de San Nicolás de los Arroyos, remolcado por el Alianza, con rumbo a Bilbao, para su desguace.

En Teixidelo, cerca del pecio del Don Segundo Sombra, también se han hallado vestigios del Bonnie Carrier, un mercante que el mar lanzó contra las piedras a la altura de la aldea en 1986. Hace poco más de cinco años, el 11 de julio de 2017, aparecieron restos de una lancha de recreo con matrícula de Bilbao. «Está desfeita, atopamos cinco bengalas, dous chalecos salvavidas, depósitos de gasóleo, as baterías, un flotador, unhas botas e un mapa cos caladoiros pesqueiros do País Vasco», relataba entonces el geólogo Francisco Canosa, que estaba de ruta por la zona. Pertenecían a la embarcación Espe Primero, con base en Lekeitio (Vizcaya), que buscaban desde hacía una semana. El cadáver del hombre que iba a bordo se localizó entre las puntas de O Limo y O Cadro, en Cariño, ese mismo día.

Hasta hace siete años, cuando Canosa puso en marcha las georrutas por Cedeira, apenas se hablaba de la playa de Teixidelo, de la que sabían sobre todo vecinos y pescadores. Ahora se ha convertido en uno de los tesoros del proyecto del Xeoparque do Cabo Ortegal, a pocos meses de hacerse realidad, después de que el Consejo de Geoparques de la Unesco haya propuesto, este mismo mes, que entre en la red de geoparques mundiales en 2023.

Dos rescates al año

«A xente que fai a ruta queda marabillada e hai quen foi pola súa conta e logo vén á visita guiada, e di que lle dá outro valor», apunta este doctor en Geología. Para descubrir la playa de arenas negras conviene ir de la mano de alguien que conozca el terreno, no solo para apreciar aún más el entorno, sino para evitar disgustos. Cada año se producen una media de dos rescates, «algo que estatisticamente é importante, dado que non ten unha gran afluencia de xente», constata Canosa. Y lo saben bien los voluntarios de Protección Civil de Cedeira, que recuerdan el amplio operativo desplegado por tierra y por mar, en mayo de 2016, para localizar a un vecino de Ferrol que había bajado a última hora de la tarde y que acabó extraviándose, ya de noche. Sin cobertura de telefonía móvil y con varias sendas, resulta complicado atinar con el camino de regreso.

El descenso merece la pena, por el extraordinario paisaje. «Podes contemplar o terceiro cantil máis alto de Europa e o primeiro da Europa continental, que se orixinaron como resultado da formación dos Alpes, unha fase xeolóxica que deu lugar á elevación desa parte do terreo respecto do mar», explica Canosa. Pero los principales atractivos a nivel geológico derivan de la presencia de dos tipos de rocas «singulares pola súa orixe profunda, que están presentes alí e en toda a zona de Ortegal».

Viaje al fondo de la Tierra

De ahí el viaje al fondo de la Tierra que propone el xeoparque. «Son as peridotitas, rochas do manto terrestre que a día de hoxe se atoparían a un máximo de 70 quilómetros de profundidade; e as granulitas, rochas da codia inferior. Por iso están xuntas nese lugar, porque son das máis profundas da codia e das máis superficies do manto», como describe el geólogo.

La presencia de estas rocas del manto, «pouco habituais na superficie da terra, fai que co paso do tempo e a erosión do mar se van facendo cada vez máis pequenas, polo desgaste, e vaise xerando a acumulación de area que dá lugar a esa praia». De ahí que, prosigue Canosa, «a de Teixidelo sexa a única praia de areas negras non volcánicas da que se ten constancia no planeta». El resto de arenales de este color están compuestos de basalto, «unha rocha volcánica, a máis abundante da superficie da Terra», añade.

Durante la ruta, este avezado guía va lanzando pistas para que los participantes, en modo detective, averigüen por sí mismos que el extraño valle que van viendo antes de alcanzar la playa —«cunha acumulación de rochas, á que chamamos morrena», señala— se corresponde en realidad con los restos de un glaciar. Sí, en una latitud y con unas condiciones climáticas que nadie asocia con una gran masa de hielo. «Pero é que hai vinte mil anos, cando existía aí o glaciar, o nivel do mar estaba cen metros máis baixo e, en consecuencia, a liña da costa estaba alonxada ata quince quilómetros», aclara.

Antes de pisar la playa de arenas negras, Canosa desvela otro dato curioso relacionado con una antigua caseta minera que se conserva en esta zona, «a da mina», como sigue refiriéndose a ella Antonio Tojeiro. Para resolver el misterio, hay que apuntarse a la ruta.