Más gente que nunca en San Andrés

Ana F. Cuba SAN ANDRÉS DE TEIXIDO

CEDEIRA

No hay día sin romería en la aldea cedeiresa de Teixido, que recibe en agosto una avalancha de visitantes, movidos por el impactante paisaje, la superstición o la fe

26 ago 2019 . Actualizado a las 11:20 h.

«Vén máis xente que nunca, moitísima do estranxeiro... E cando chegan aquí, ao pé do santuario, din ‘qué pueblo más hermoso’», cuenta Isolina Painceira Bellón en su puesto de rosquillas de San Andrés de Teixido, donde nació hace 87 años. Al casarse se mudó a Cariño, pero regresa cada verano. «Levo aquí toda a vida, empezou a vender miña irmá, que xa morreu... Antes xa viña xente, non había carretera e tiñan que vir andando desde Cedeira, durmían nas casas, traían gaitas e acordeóns e había parrandada toda a noite, a mocidade pasabámolo pipa», recuerda, sonriente, sin abandonar el negocio: «Pruebe las rosquillas de San Andrés».

Montserrat sucumbe a la tentación y compra dos bolsas. «Venimos en bus desde Molíns de Rey, en Barcelona, un grupo de jubilados, siete días y seis noches en Galicia. No tenía ni idea de que este sitio estuviera en el mapa, pero es el pueblo en el que me he sentido más a gusto», relata mientras se fotografía con Isolina. «Soy independentista, no lo digo porque hay gente que se molesta...», susurra mostrando un colgante con el lazo amarillo.

«Nos encanta este fresquito»

En la aldea de Teixido, en agosto, se habla catalán, francés, gallego con o sin geada o alemán, y castellano con acentos diversos. «A xente vén disfrutar do fresco, escapan do calor, o clima non lles importa. O verán aínda non chegou este ano, foi sempre outono», apunta otra rosquillera veterana sin revelar su nombre. Debe tener razón. Jesús Ángel y Blanca acaban de llegar de Toledo: «Nos encanta, tanto verde, este fresquito...». «No es mal tiempo, es niebla», aclara una joven de la zona, guía improvisada.

En cuestión de márketing, aquí, las tenderas de los quioscos callejeros se lo saben todo. A quienes bajan hacia el santuario les ofrecen «una vela para San Andrés», y a los que suben, «un recuerdito para llevar». A elegir entre rosarios, llamadores del ángel, imanes o colgantes de miga de pan, tirachinas o pistolas tira-gomas, dulces y licores, y la artesanía local más auténtica, que también se encuentra en San Andrés.

Jesús y Merchi, madrileños, repiten, esta vez en autocaravana: «Hay que venir, es un sitio tan bonito, el encanto de las casitas, los acantilados...». A las once de la mañana, el aparcamiento ya está repleto, con tres autocares y decenas de coches, en un trasiego constante. «¡Qué bonito el gallo¡ ¡Qué bien viven aquí las gallinas!», grita una turista madrileña y ríe la familia lucense que se decidió, por fin, y pese al vértigo, a cumplir con el viaje en vida a San Andrés por un reportaje de la televisión. Álex, catalán de Barcelona e hijo de vilalbeses, y su pareja, Elisa, reinciden. Como Joaquín y sus hermanos Manuela y Marcelino, de Illueca (Zaragoza). Su tío Joaquín, que falleció hace poco, conoció a Engracita, cedeiresa, en Benidorm, se casaron y se establecieron en Cedeira. «Hemos venido a verla».

La tozudez del papa Luna

Los maños aprovechan para divulgar la historia de Benedicto XIII, el papa Luna, nacido en Illueca en 1328, a quien se debe la expresión «estar en sus trece». Resistió las presiones de quienes defendían a Bonifacio IX como papa legítimo y no renunció. Clase de historia en medio del trajín de exvotos (manos, cabezas, fotos o «eles» de conductor novel), que se apilan en la escalera del altar del santuario, entre flashes.

«Xente, este mes? Unha loucura, outros anos afrouxa a partir do 15, pero mira... A primeira quincena de xullo xa foi boa; a segunda, regular...», coinciden los hoteleros de la aldea. Y aún queda verano, del genuino o de ese que se confunde con el otoño.