Cabo do mundo

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

CEDEIRA

RAMON LOUREIRO

27 ene 2018 . Actualizado a las 00:02 h.

Corría el mes de julio de 1927, si no estoy equivocado, cuando Otero Pedrayo y Vicente Risco, acompañados nada menos que por Ben-Cho-Shey (el del genial epitafio que advierte de que «quedan suprimidas todas as homenaxes postmortem, porque as cousas ou se fan ao seu tempo ou non se fan»), peregrinaron a San Andrés de Teixido, Cabo do mundo, donde tuvieron como anfitrión al legendario cura Miragaya, sacerdote que por cierto era chairego de nación, natural de San Martiño de Lanzós, en el término municipal de Vilalba. Faltan nueve años, por tanto, para que se cumpla el centenario de aquel histórico viaje. Pero a mí me parece que no está de más recordarlo ya, especialmente en este tiempo de invierno en el que la última luz de la tarde parece siempre tan proclive a permitir que las puertas entre dos mundos se abran. Teixido, situado al pie de esa maravillosa Serra da Capelada en la que los caballos bravos, como donde nace el Miño, son todos parientes del viento, es mucho más que un santuario: es el final de un camino mágico que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos frente al Océano. Ignoro si Otero, Risco y Ben-Cho-Shey, que como es obvio ya cumplieron en vida con la obligación de peregrinar a San Andrés, habrán vuelto alguna vez allí desde que dejaron este mundo. Pero casi me atrevería a asegurar que sí. Ellos y tantos otros cuya memoria convendría mantener viva siempre. No sé qué hay más allá de lo que vemos, en el inmenso misterio que nos rodea. Pero lo que sí sé es que Teixido y su camino de peregrinación tendrían que recibir, de las más altas instituciones, el reconocimiento que se les debe desde hace tanto tiempo.