Las mujeres del mar se reivindican

CARIÑO

Mariscadoras en Barallobre
Mariscadoras en Barallobre CESAR TOIMIL

La falta de relevo generacional amenaza a mariscadoras o rederas, oficios muy duros que han pasado de madres a hijas y les han ayudado a sacar adelante a sus familias

27 ene 2022 . Actualizado a las 11:58 h.

Yolanda, Ana Isabel, Cristina, Lucía, Isabel, María del Carmen, Marisa, Alba, Pilar, Ana... Para las mujeres de esta historia el mar significa libertad y vida, es el medio que les ha permitido subsistir y ganar independencia. Son mariscadoras, rederas, vendedoras de pescado, trabajadoras de fábricas de conservas... Oficios duros, que requieren mucho sacrificio y que no siempre reciben una compensación económica justa ni la consideración y el reconocimiento social que merecen. Trabajan con frío y humedad y sus cuerpos se resienten, pero eso no merma la fortaleza de estas artesanas del mar.

Muchas heredaron el oficio de sus madres y sus abuelas, y ahora ven dificultades para encontrar relevo generacional. «Somos catro da miña época, e en canto nos retiremos, como non entren máis, van quedar cinco... A xente nova quere cobrar un soldo todos os meses, e aquí, un si e outro non, hai que gardar», apunta Pilar Trasancos (Espasante, 60 años), que se hizo mariscadora hace dos décadas, a raíz del cierre de la conservera de O Vicedo. «O mar lévoo ben, gústame, hoxe vas ao berberecho, mañá á ostra, ao ourizo, ás algas... », dice.

Ana Isabel Salido Paz (Pontedeume, 1961) lleva un cuarto de siglo mariscando, «legal, con permex [permiso de explotación], 21 años». «Antes teníamos un pasavante [una especie de salvoconducto] que nos daba la cofradía, pero si llegaba alguien de la Xunta teníamos que salir», recuerda. Entró en el sector de la mano de su marido. «Iba a bordo, le ayudaba a separar el berberecho de la almeja... me encantó y acabé entrando, él lo dejó», repasa.

Guardar para cuando no hay

En la cofradía de Pontedeume llegaron a ser 40 mariscadoras a pie, hoy quedan 17 y 12 están de baja. Cuando Ana formó parte de la directiva del pósito eumés rondaban los 200 profesionales del sector, a pie y a flote. «Este último año fue muy bueno, porque al estar solo cinco pudimos coger el tope y los precios ayudaron», señala. Pero el suyo es un oficio inestable: «Hay días de 100 euros, pero otros de 20; hay meses que hacemos para pagar el seguro, 300 euros, y otros de 1.700. Hay que guardar para cuando no hay, y sin un sueldo fijo detrás es imposible. Te permite cotizar y tener un seguro». «Es un trabajo muy duro, tiene que gustarte, a mí me encanta... estás al aire libre y son cuatro horas de marea, fuertes, sin parar, hay que cavar mucho, hay quien prueba y se va...», reconoce. Para ella «el mar es vida».

María del Carmen Rodríguez (Figueiroa-Cariño, 59 años) se inició en el oficio hace más de tres décadas y lleva un cuarto de siglo asegurada: «O ibas a una fábrica de conservas o al mar, y el mar, con los niños pequeñitos, me arreglaba mejor, era una manera cómoda de ganar algo... aunque un sueldo nunca lo quitamos. Tengo cogido [antes de que se regularan las capturas] dos sacos de 50 kilos de berberechos al día, ahora fueron a menos, no se sabe por qué, alcanza un tamaño y ya no crece». Llegaron a ser cien recolectoras, y hoy quedan diez. «Me encanta, estás a tu aire, nadie manda en ti, eres autónoma y tú decides», recalca.

En Cedeira, en los años 80 e incluso antes, «ou ías coser tela, para ser costureira, ou coser o aparello, daquela había moitos barcos e facían falta moitas redeiras», cuenta Marisa Lourido, cedeiresa de 57 años y presidenta de la agrupación local de rederas, que se constituyó a raíz del desastre del Prestige. «Iamos quedar sen traballo e sen axuda de ningún tipo... cando se formou eramos vinte e pico, e agora quedamos oito. Algúns armadores estanlles mandando redes ás compañeiras de Cariño», comenta. Las principales demandas del colectivo son la aprobación del coeficiente reductor, que les permita adelantar la jubilación, y el reconocimiento de algunas enfermedades muy frecuentes como profesionales. También les preocupa la ausencia de relevo generacional.

María del Carmen Vila Altesor (Cariño, 59 años) trabaja desde los 14 en el sector conservero. Entró en la fábrica Centauro y lleva años en La Pureza, la única que continúa en funcionamiento en Cariño. «Cambió muchísimo el trabajo, yo ya cogí una época mejor, pero en la de mi madre y mi abuela no había congeladores y tenían que preparar el pescado corriendo cuando venía del muelle. Cuando empecé no había uniformes, íbamos con ropa vieja, y guantes solo para cuando se descabezaba el pescado en fresco, una vez cocido nada», relata.

En las fábricas de Cariño

Evoca cuando Cariño, a la hora de la salida de las fábricas, «era como Cuatro Caminos en hora punta». «El 90 % de las mujeres se dedicaban a la conserva y venían en bus de los alrededores. Es un salario, no es un complemento para ayudar al marido, es tu sueldo y es tu vida», defiende. Añora el bullicio de otros tiempos: «El que nunca tuvo no sabe lo que es perder, pero volver para atrás es muy duro, y en Cariño nos vamos quedando sin nada».

Ana Docanto, una de las socias de La Pureza, constata que «el trabajo de las fábricas siempre ha sido de mujeres, pero dirigidas por hombres». Reivindica el papel de aquellas mujeres que elaboraban las conservas, «cultivaban la huerta, criaban a los hijos, cargaban con la ropa hasta el río o el lavadero...». Entre las mujeres del mar también hay armadoras, gerentes de empresas de compra y venta de pescados y mariscos, museólogas o técnicas, como la bióloga Alba Quintana. Esta cedeiresa de 44 años dedicó once a la cofradía de Cedeira, desde 2007.

«Cuando entré era para dar asistencia técnica al marisqueo. Me encontré con un grupo de mujeres de mediana edad que llevaban toda la vida mariscando, con muchos problemas... Sabía mucho sobre el papel, pero el oficio [de bióloga] lo aprendí con ellas, gente a la que le costó mucho conseguir un puesto de trabajo, que estaba muy implicada en que la playa produjera y mejorara. Eran 48 y ahora, unas 15». Quintana elogia el coraje de aquellas mujeres que, «en algunas épocas no sacaban ni para pagar el bus para ir a la playa, y pelearon muchísimo».

«Es un trabajo duro, muy precario, con accesos difíciles, tienen que cargar con muchos kilos, pasan frío, sufren el síndrome del túnel carpiano, problemas de reuma y huesos... Pero —resalta—, es un trabajo precioso. Tengo ese sentimiento que me transmitieron ellas, la pasión por su oficio».

Lucía Brage: «As mulleres do mar son heroínas no silencio»

A nedense Lucía Brage
A nedense Lucía Brage I. F.

Directora do Museo Mares de Cedeira

[i. f.]

Lucía Brage Martínez (Neda, 1984) leva tres anos ao fronte do Museo Mares de Cedeira, que abriu hai un lustro. Diplomada en Biblioteconomía e Documentación, posgrao en Patrimonio, Museos e Arqueoloxía, este ano defenderá a súa tese doutoral na Universidade de Vigo.

—Como percibe a relación das mulleres de Cedeira co mar?

—É determinante, en Cedeira e en calquera vila mariñeira. As mulleres eran o motor fundamental, porque os homes saían ao mar, un traballo duro, nunhas condicións tremendas, pero eran elas as que quedaban na casa, as que levaban o peso do fogar e da familia, traballaban a terra e moitas facíano tamén nas fábricas de conserva e salgado, na reparación das redes, pregoando o peixe fresco para a venda, por camiños imposibles, con bo e mal tempo... Non en van, temos en Cedeira unha escultura preciosa, no Pericoto, que ten ese magnífico significado: A Cofradía de Cedeira á Muller do pescador, no traballo e na vida compañeira. Son mulleres heroínas no silencio, de onte e de hoxe, e estou seguro que tamén de futuro.

—Que peso teñen as mulleres nos contidos do museo?

—Están presentes, especialmente, no relativo aos oficios: o traballo coas redes e o das conserveiras e salgados. Explicamos esa relación, e ao final os nosos visitantes levan esa imaxe: a pesca, o mar en Cedeira ten un fondo feminino [...]. Estou planeando unha nova museografía, máis didáctica, e coido que se poderá comprender mellor a importante labor das mulleres no mar. Tamén están presentes nas actividades, en outubro organizamos unha mesa redonda dirixida e coordinada por mulleres, Soli e Mari, membros da xunta directiva da Asociación Mares de Cedeira, que conduciron un debate sobre sostibilidade do mar, coa participación de mariscadoras, biólogas, peixeiras, redeiras...

—Cre que está recoñecido o papel das mulleres no mar?

—Cada día máis, pero aínda non é suficiente. A muller no mar, socialmente, ten unha imaxe distorsionada, sempre é unha mariscadora, unha redeira ou unha vendedora de peixe. Pero hai máis. Tivemos grandes investigadoras, como a ferrolá Ángeles Alvariño, e seguímolas tendo, enxeñeiras navais, membros da Armada, mariñeiras... Incluso as museólogas o podemos ser! Queda moito por coñecer, valorar e asumir.

—Que representa, como muller, dirixir un museo do mar?

—Teño que agradecer a confianza que, dende o principio, a xunta directiva de Mares de Cedeira puxo en min, sen reticencia algunha por ser muller. Os meus primeiros traballos consistían en facer visitas guiadas, pero tiven a sorte de encontrar un magnífico equipo, que confiou no meu criterio profesional e deixou nas miñas mans o seu tesouro, o museo, e namorei del, coma de Cedeira. E cando un está namorado entrega o mellor de si. Son muller do mar, unha museóloga do mar, do que cada día aprendo algo novo.

Lucía Villar: «Me gusta, aunque cada vez hay más exigencias»

Lucía Villar
Lucía Villar DANNY GOIRI

Armadora de Cedeira

A.F.C.

Lucía Villar Martínez (Cedeira, 37 años) es armadora y administradora única de la empresa Villar Arribí, S. L., con cuatro volanteros y un cerquero y una plantilla de 31 personas, que en verano llega a 40. Durante cuatro años ejerció como patrona mayor del pósito cedeirés. Después de licenciarse en Económicas empezó a trabajar en banca, pero al fallecer su madre, «que era quien llevaba todos los papeles», se incorporó a la empresa familiar. «Mi padre sabía de ir al mar, de bancos y papeles, no. Entré en 2008, y hasta hoy», relata.

«Me gusta mucho, sufro mucho y lo paso muy mal, porque la situación no es la mejor y siempre surgen trabas y problemas, no llegan las cuotas, tienes que alquilar, cada vez hay más exigencias... pero me gusta, es lo emocionante. A veces estás disgustada, pero también es muy gratificante cuando ves que vas consiguiendo cosas», reconoce. Es autodidacta: «Todo lo aprendí sola, cómo llevar la contabilidad, la legislación pesquera... entro en internet, busco y estudio». Dedica muchas horas, pero su trabajo le permite pasar tiempo con su hija, de un año. «Al ser madre te cambia la mentalidad, quiero cuidarla y disfrutarla, y tengo suerte porque me organizo a mi manera, no tengo horarios», destaca.

A Lucía, la responsabilidad no le da miedo —«desde los 23 años me tocó, por desgracia, asumir mucha»—, aunque admite que a veces le asusta — «pero no me paro a pensarlo, con trabajo y esfuerzo todo sale»—.

Yolanda Barcón: «Con esto solo, es difícil que pueda vivir una familia»

Yolanda Barcón
Yolanda Barcón CESAR TOIMIL

Mariscadora de Neda

A.F.C.

«Empecé a los 19 o 20 años... son muchas mareas». Yolanda Barcón Míguez (Neda, 45 años) iba al mar desde pequeña, cuando ni siquiera hacía falta un permiso y apenas existía control: «Salíamos del colegio e íbamos, vivía cerca. Había compradores, cogíamos nuestros sacos de berberechos y salíamos contentas, hacíamos un dinerito... junté para quitarme el carné de conducir en verano». Al acabar los estudios se hizo profesional, «un poco obligada, porque no encontraba otra cosa», y en casa hacía falta el dinero.

«Al principio, donde íbamos no era una zona muy accesible, tenías que cruzar un trozo de mar, íbamos con el chándal y estábamos cavando mojadas... las cosas han cambiado mucho». Poco después, la Xunta les entregó trajes de neopreno, «los primeros», y ahora prefieren los vadeadores, «más cómodos porque no te mojas y debajo llevas tu ropa».

«Es un trabajo que tienes que vivirlo, te tiene que gustar... si no, es difícil de aguantar, hay momentos buenos y malos. El verano suele ser más liviano», comenta esta socia de la agrupación de mariscadoras de la cofradía de Barallobre (Fene). «Andamos a todo lo de nuestra zona, ahora mismo, más bien a la almeja japónica, que es muy dura y aguanta más, la babosa desaparece», indica. «Ese es el principal problema, que la babosa desaparece del banco de As Pías, que es la base de todo el resto», reitera.

Subraya que no resulta fácil vivir del marisqueo: «Suele ser como un acompañamiento. En mi caso, con mi pareja, entre los dos salimos adelante. Con esto solo es complicado que pueda vivir una familia hoy, hay momentos buenos, en los que sacas un buen sueldo, pero no es constante».

Isabel Maroño: «Lo mejor de este trabajo es que te permite conciliar»

Isabel Maroño
Isabel Maroño JOSE PARDO

Patrona mayor de la cofradía de Ferrol

A.F.C.

Su padre, mariscador «de toda la vida», le enseñó el oficio. Isabel Maroño (Ferrol, 1985) trabajaba en una panadería, pero al tener a su primer hijo, con 21 años, sintió que le faltaba tiempo. «Me dijo ‘ven al mar conmigo, vas a tener más ventajas para conciliar'», recuerda. Y así se introdujo en un sector que le permitió compaginar su vida familiar y laboral. «Si mis hijos se ponían enfermos me quedaba en casa sin tener que darle explicaciones a nadie, no cobras, claro, pero ningún jefe aguanta eso. Es lo mejor, te permite conciliar», recalca. De su progenitor aprendió a pescar y a mariscar a bordo de una embarcación, y también «a amar el mar».

Desde hace ocho años, Isabel es la patrona mayor de la cofradía de Ferrol. «Fue idea de unas compañeras, nunca había habido mujeres en la junta general, tenía 28 años, me presenté y salí, fui la más joven de toda Galicia. Ellas eran mucho más veteranas y estaban cansadas de que siempre fueran todos hombres en los órganos de gobierno. De veinte, llegamos a ser nueve, y muchas apoyando en la sombra, ahora somos unas seis», explica. Las labores de patrona mayor «llegan a cansar psicológicamente», sobre todo «cuando todo va mal y no sabes de dónde sacar ideas». La escasez de recursos pesa sobre el sector en la ría de Ferrol. Marinera y mariscadora, Isabel asegura que, en los malos tiempos, «es un complemento [para la economía familiar]». «Pero hay mujeres solas que se dedican a esto de toda la vida y que han sacado adelante a sus familias», subraya.

Para ella, «el mar es libertad, desconexión, sobre todo cuando trabajas, es una paz mental contigo misma, un momento de reflexión».

Cristina Leal: «El pescado siempre lo han vendido las mujeres»

Cristina Leal
Cristina Leal

Pescadera en Mugardos

A.F.C.

Hija de emigrantes, Cristina Leal Rodríguez nació en el Reino Unido hace 40 años. En 1993, ya de vuelta a Mugardos, sus padres montaron la pescadería El Rociero, que ahora regenta ella. «Mi padre tenía un barco y me acuerdo de ir a largar el aparejo con él. Mi abuela era pescadera de toda la vida, cogía la lancha en el muelle iba a Ferrol, compraba el pescado y volvía, subía a venderlo aquí, en las escaleras del mercado, y si sobraba iba por las casas», relata. «Debo llevarlo en la sangre, me gusta mucho mi trabajo, la vida de la lonja es muy bonita», dice.

Cristina madruga para ir al Muro, la rula de A Coruña. «Llego entre las cuatro y media y las cinco menos cuarto, primero voy a los menudos y el pescado de importación [salmón]. A las seis suena el pitido y empiezan a cantar, es la subasta del día, de los barcos de bajura; a las seis y media va el arrastre; y a las siete, el bonito, en temporada...», detalla. Ella se siente heredera de su abuela y del resto de mujeres, «que son las que siempre han vendido el pescado».

Diferencia entre las vendedoras de pescado y «las peixeiras de verdad». «Somos distintas, descaradas... con mis clientas de 80 años hablo hasta del Satisfyer o les digo ‘llévale unos percebes al marido, que son afrodisíacos'», cuenta entre risas. Trabaja duro y compite con las grandes superficies «en frescura, todo del día y de la zona». «No podría vivir sin mar, me asomo a mi ventana y lo veo, y bajo todos los días al muelle con los perros».