Cariño se queda solo por el covid-19

ANA F. CUBA CARIÑO / LA VOZ

CARIÑO

Carmen Rodríguez se hizo cargo del supermercado Azucena en agosto de 2020, en plena pandemia y con un bebé de un mes
Carmen Rodríguez se hizo cargo del supermercado Azucena en agosto de 2020, en plena pandemia y con un bebé de un mes CEDIDA

Con 12 casos en los últimos 14 días, será el único concello del Área Sanitaria de Ferrol cerrado a partir del sábado

14 mar 2021 . Actualizado a las 16:49 h.

Andrés Piñeiro, al frente de la cafetería Bahía, pensaba reabrir el sábado. «Contábamos que nos dejaran el 30 % de aforo en el interior y el 50 % fuera». Pero la incidencia acumulada en las dos últimas semanas, con 12 diagnosticados de covid-19, que sitúa Cariño (con casi 3.800 habitantes) por encima de los 250 casos por cada cien mil habitantes, ha frustrado las expectativas de los hosteleros de la localidad ortegana. «Y solo con la terraza no compensa, por lo menos ahora tengo todas las máquinas apagadas y no gasto», explica Piñeiro. Desde que empezó la pandemia, el local ha estado cerrado durante cuatro meses y medio, «y parte del resto del tiempo con fuertes restricciones, como el cierre a las seis de la tarde». «Así es insostenible; no es que no ganemos, es que perdemos dinero», zanja.

«Es surrealista, hasta mañana [por hoy] podemos movernos por toda la área sanitaria de Ferrol y, con menos casos que en otros sitios, a partir de mañana quedamos cerrados», opina Mar Yáñez, titular de la óptica Mar. Ve a la gente «muy desanimada, con los ánimos regular». «A nivel laboral no me afecta mucho -admite-, porque la mayor parte de la clientela es de aquí, pero sí psicológicamente, pensar que todos los concellos estarán abiertos menos Cariño, sabiendo que los cercanos han estado mucho peor...». El peor dato de Cariño desde marzo de 2020 ha sido de 24 casos. «Es injusto porque no hemos empeorado, sino que los de alrededor mejoraron. En otros momentos tuvimos medidas más laxas teniendo más afectados», apunta el alcalde, el socialista José Miguel Alonso Pumar. Confía, en todo caso, en que el aislamiento dure poco tiempo: «Lo tranquilizador es que los 12 casos están localizados en dos familias, no diseminados por el pueblo, y si no hay nuevos contagios, la cifra va a bajar de un día para otro».

«Ya estamos acostumbrados», comenta, resignado, Isaac Mendoza, propietario de la cervecería Bitácora, de los pocos establecimientos que se decidieron a retomar la actividad solo con la terraza. «Veo al sector hostelero bastante decaído, la Administración toma decisiones sin preguntar a nadie, y hay que acatarlas», agrega. La cocina de este local no ha parado de funcionar: «Preparamos comida para llevar, para dar servicio a camioneros, gente que está fuera de casa y que no tiene ni dónde ir al baño». Cree que el cierre de Cariño se notará, sobre todo, los fines de semana: «Este último sí que se movió algo de gente de cercanía».

Óscar Galandum, de la taberna Bardancas, reconoce su «desesperación»: «Casi me pongo a llorar cuando dijeron que no podíamos abrir el interior». Su negocio seguirá clausurado hasta que pueda entrar la clientela. «Que se dejen de tonterías, que los bares no contaminan, ¿por qué se deja ir a misa y no a un bar y por qué puedes ir en bus o en metro y no a un bar? A la gente que lo hace mal, que se lo cierren, y al resto, que nos dejen trabajar», pide.

«El humor, muy mal, y las ganas, mínimas, pagas mucho y no te da para nada», se queja Nerea Fontela, que regenta el bar O Comezo desde el 30 de noviembre de 2019. De momento, solo podrá seguir operando con la terraza. El parón también afecta a otros sectores. Para Inés Díaz, peluquera, lo peor llegó en enero: «Se notó muchísimo el bajón. Trabajo mucho con personas mayores y han dejado de venir, por miedo y porque la gente prescinde de cosas por no tener que salir. Quien se hacía un corte al mes ahora espera dos, y quien se teñía se deja las canas», detalla.

«Que nos dejen cerrados me perjudica -recalca Díaz- porque el sábado venían los hijos y los nietos de varias familias y aprovechaban para cortarse el pelo o teñirse». En junio se cumplirán tres años desde la reapertura de la peluquería. «Me desanimo por la incertidumbre, por no saber qué va a pasar mañana. Tienes que vivir al día, todo son tropezones, y sigues pagando los mismos impuestos que antes». Otros negocios protestan por lo mismo: «Incluso perdiendo dinero tienes que continuar pagando la luz, los seguros, los impuestos municipales...», dice Andrés Piñeiro, del Bahía, que solo abre el punto mixto de loterías.

Espíritu emprendedor

Pero el espíritu emprendedor y el empuje de los cariñeses se impone, pese a todo. En agosto, en plena pandemia, y con un bebé de un mes, Carmen Rodríguez cogió el supermercado Azucena. «Vendemos, pero lo imprescindible, porque mucha gente está sin trabajo y es todo una cadena», explica. El reparto a domicilio se ha disparado, pero el parón de la hostelería afecta a la tienda: «Sin bares no hay pinchos. Ya lo noté el fin de semana, con algún local que vino a comprar garbanzos para hacer los callos».