Juno, el nuevo proyecto de Zahara y Martí Perarnau IV: «Quieres estar fuera del sistema pero estás dentro»

AS PONTES

Acaban de lanzar el segundo capítulo de su proyecto de pop electrónico, Juno. Lo presentan en As Pontes

28 abr 2023 . Actualizado a las 12:36 h.

Un disco de viajes en principio sugiere aventura, exotismo y descubrimiento. En _BCN747 hay mucho de eso, pero no en el sentido positivo al que puede empujar la inercia. Es el segundo disco de Juno, el proyecto paralelo que tienen Zahara y Martí Perarnau IV, que se presentará mañana en As Pontes (Auditorio Municipal, 19.30 horas, 5,40 euros) y que cobija mucho desánimo y tonos grisáceos.

­—Uno escucha su disco y parece que esté en medio de una distopía. El mundo es un caos que se está mirando con toda su crudeza y donde no hay esperanza. ¿Lo ven ustedes así?

—Zahara. Uy, dicho así te preguntas: «¿En serio?» [risas]. Pero creo que sí, que tienes razón. Las letras no tenían una vocación tan pesimista de inicio. La premisa era hacer canciones sobre los viajes y el estar por el mundo. Vivir ese privilegio de estar en distintos países al otro lado del océano. Después de estar encerrados por la pandemia había una vocación muy distinta. De esa experiencia vital y preciosa de observar y ver otros países queríamos sacar algo bonito. Lo que nos sucedió es que, a la hora de ponernos a escribir, nos salió el cabreo que nos generó descubrir el otro lado y ver los privilegios que tenemos en este. Cuando ves que lo que te han vendido como lo mejor, que son los Estados Unidos, ese sueño que quieres alcanzar y hacer realidad de pequeño es un poco decepcionante. Contrasta con la imagen que tenías. A medida que los plasmábamos nos íbamos cabreando. De ese cabreo también venía una relajación posterior y una búsqueda de la belleza en contraste con lo deteriorado que vemos todo lo que está fuera.

—Martí Perarna. Viajar a Estados Unidos fue como ver el futuro del capitalismo. Ellos lo inventaron y están más avanzados. El futuro de todo esto no parece muy halagüeño. Allí donde tienen la sanidad privatizada por completo y han mercantilizado hasta sus almas, digamos que no nos pareció que el futuro de este sistema fuera a ser esperanzador. Fue curioso. Mientras veíamos la luz bellísima de California, no sabíamos que iba a salir toda esa pesadumbre a la hora de hacer las letras, pero salió todo a la superficie.

­—¿Son conscientes de que les ha quedado un pequeño manifiesto político?

Z. Sí, y nos gusta mucho eso.

M. Somos creyentes fervorosos de que las canciones de pop tienen que decir cosas. En este caso, lo de decir cosas nos salió por este lado del sistema. No sabemos si es político o si ya, directamente, es antisistema. Porque da la sensación de que hasta el capitalismo ha engullido la democracia y de que existe poca política últimamente.

Z. Los dos hemos trabajado en Puta (título del disco que Zahara editó en el 2021), que ha sido un disco transformador para los dos. Creo que, de alguna manera, ese disco nos ha empujado a ir en una sola dirección. No hay vuelta atrás después de un disco como ese. Creo que los dos nos deslenguamos y eso nos terminó de quitar el miedo a ser tan explícitos. Tras Puta nos sentimos superpoderosos. Eso nos quedó en el ADN, la idea de que se podía hacer un disco que hable de lo que vivimos y nuestra realidad. No hay que tener miedo. Solo buscar la canción para lanzar el mensaje. Si escuchas el primer disco de Juno hay una intimidad y un toque naíf muy diferente a este, que es un disco fruto de su tiempo. Queramos o no, lo político está en el arte. Si dentro de unos años queremos saber cómo era la realidad del 2022, si escuchamos las canciones que se compusieron en esa época más concreta, podremos hacernos una idea de la sociedad de ese momento. Me gusta pensar que formamos parte de la fotografía de este momento­.

M. A mí me pasó recientemente escuchando Ok Computer de Radiohead, que es un disco del 97. Me pareció muy fuerte ver esa foto del capitalismo años después. Ojalá pasase eso con nosotros.

Z. A lo mejor se escuchará como «mira qué graciosos, que se preocupaban por el capitalismo y sus salidas, no como ahora, que no hay escapatoria».

­—Hay un momento en el que dicen en el disco: «El sistema se corre en tu boca». ¿Es la frase definitiva del álbum?

Z. Cuando hacemos este disco nos damos cuenta de que hay una parte de nosotros que quiere estar fuera del sistema y decir: «Lo que critico no me pertenece, no tengo nada que ver con esto que me repugna». Pero parte del proceso del disco es darnos cuenta de que formamos parte de ello y que, además, nos beneficiamos y lo favorecemos. Quieres estar fuera del sistema, pero estás dentro. Estamos haciendo un disco sobre los estragos del turbocapitalismo mientras estamos viajando en un avión por el mundo, contaminando y disfrutando de nuestros privilegios de blancos europeos. Ese choque solo te puede llevar a ignorarlo con más fuerza o a reconocerlo, en plan «formo parte de esto». O le ponemos un poco de humor o nos tiramos del avión en marcha.

M. Cuando escribimos esa frase la verdad es que nos lo tomábamos con humor. La escuchas ahora en el disco y puedes decir: «¡Madre mía, lo que acaban de decir!». Pero lo cierto es que estábamos de broma.

­—Es una de esas frases que, como ocurría en «Puta», menean algo por dentro. Pero es que justo después de eso cantan: «Nos merecemos la aniquilación».

Z. Eso creo que nos pasa a todos. Observas las cosas y dices: «Es que esta gente...», como si tú no fueras gente. Cuando hablas de los demás como si tú no pertenecieras a ellos es muy gracioso cuando compruebas que eres así. Si hay algo que se pueda hacer para parar lo que está pasando es un reinicio total. Te puedes maravillar por las cosas bonitas que hacemos las personas pero también espantar por la velocidad, con la que nos lo estamos cargando todo. Si pienso en términos ecológicos o que vayan más allá del individualismo tengo que decir que la raza humana debería ser cancelada.

M. ¡La que hemos liado!

­—Este es un proyecto hecho al 50 % en el que la guía fueron The Beatles que pudimos ver recientemente en «Get Back».

M. Sí, totalmente. Vimos cómo John Lennon le iba proponiendo frases a McCartney al vuelo, sin ningún tipo de pudor. Le decía cosas a veces que no eran demasiado artísticas. Los dos somos muy fans de ambos, los mejores compositores de la historia del pop. Pero nos resultaba muy gracioso ver eso y notar que componían de una manera absolutamente cooperativa. Eso nos inspiró mucho. Vimos el documental dos días antes de hacer la primera canción del disco. Después de Puta y de todos estos procesos creativos, nos dimos cuenta de que la única manera de que una canción de Juno fuera considerada como tal era sentándonos los dos haciendo la música desde cero, en lugar de traer ideas preconcebidas o hechas en su intimidad. Hemos llegado a un punto que no sabemos ni de quién es cada una de las frases de las letras.

—¿No lo habrán grabado como The Beatles?

Z. No, para nada. Yo grabo alguna cosa y hago fotos, pero no tenemos un documental [risas].

­—Otra frase impactante: «¿Dónde guardo los recuerdos que no he vivido?».

Z. Esa frase nos gusta porque define la premelancolía, una anticipación a la melancolía que sé que voy a sentir. No sé si es algo generacional de los nacidos antes del 2000, lo de haber vivido aquel pasado y tener aún conexión con lo analógico de un mundo sin móviles. Eso nos toca la patatita en cuanto nos ponen cosas que nos evocan nuestra infancia. Somos muchas generaciones las que vivimos en la evocación del pasado. Esta frase anticipa esa nostalgia que va a llegar. Ya no solo tengo pena y añoranza de las cosas que he vivido, sino también de las que no voy a vivir. Nos gustaba mucho esa reflexión.