La incontenible atracción del Blue Star

CHEMA CORRAL ARES

ARES

El goteo de curiosos que se acercan a la costa de Ares para ver en vivo el quimiquero encallado no cesa

02 dic 2019 . Actualizado a las 10:40 h.

El segundo fin de semana tras el embarrancamiento del Blue Star volvió a convertir la costa aresana en un ir y venir de visitantes, ávidos de tomar la mejor instantánea posible del quimiquero, encallado hace ya diez días junto a las islas Mirandas, y comprobar cómo avanzan las tareas de extracción de su combustible. Y aunque atrás quedó la avalancha de curiosos de las primeras jornadas, lo cierto es que el interés no cesa y el goteo de «turistas» tampoco.

Ni el tiempo irregular, ni las anunciadas restricciones de acceso a la zona cero, tanto en coche como a pie, disuadieron a los visitantes, que aprovecharon el domingo para intentar ver en directo la estampa del buque que, a diario, muestran los medios de comunicación.

En el entorno del mirador de As Mirandas, la Policía Local repite una y otra vez las consabidas instrucciones de que, en tanto no finalicen las tareas de extracción del combustible —que ayer arrancaban a las 8.30 horas— acercarse está totalmente prohibido. De hecho, ayer se pusieron dos multas por este tema. Aunque también ofrecen alternativas a los desilusionados visitantes que, desde esta zona, apenas pueden divisar el puente de mando y la chimenea incendiada del pequeño gigante.

Entre quienes emprendían entonces camino hacia Lombo da mula, único punto de acceso libre que ofrece una visión completa del barco, estaban Pilar Casas y Delfín Bermejo, dos ferrolanos que afirmaban que, con la excusa de ver el barco, «estamos descubriendo un tramo de costa que es una maravilla y que volveremos a visitar». Y junto a ellos, Margarita Sánchez, vecina de Estacas, que recordaba el jaleo de los helicópteros la noche del accidente y aseguraba que todavía hay «demasiado movimiento». «En los primeros días, se acercó gente mi casa para preguntar si teníamos tractor para ayudarlos a quitar el coche de las cunetas», recuerda. «Con los móviles iluminados, aquella noche parecía que en la costa estaba la Santa Compaña», bromea uno de los voluntarios de Protección Civil.

Botas y cámaras

Mientras, en las inmediaciones del principal «mirador», el citado Lombo da mula, se contaban al mediodía de ayer, una treintena de coches y, a pie de acantilado, junto a improvisadas señales que alertaban del «peligro de caída» cerca de un centenar de personas. Todas móvil en mano. «Foi saír un pouco ao sol e vir ver a catástrofe», confesaban Noemí Pérez y Carlos Maceira, vecinos de Paderne, mientras empujaban por la senda enlamada el carrito de su pequeña. Y opinaban que «vai ser complicado remolcar o barco, porque está rodeado de rochas».

Y en la zona cero, trabajo y más trabajo. Y una estampa tierna. La de los familiares, algunos pequeños, de uno de los técnicos que trabaja en la extracción del fuel y que, tras varias semanas empatando operaciones, tratan de saludarlo desde lo alto del acantilado.

Y todos comparten un deseo al que pone voz Margarita: «Ojalá consigan quitarlo rápido de ahí».