En Ares

Marta Seijas TRIBUNA

ARES

23 may 2018 . Actualizado a las 21:35 h.

Leía ayer un post en Facebook de una vecina de Ares indignada por el trato recibido por parte del alcalde de Ares ante una crítica a su gestión; si bien es sabido que no encaja bien las críticas, nadie, y menos un servidor público, ha de recurrir nunca al insulto para defender su posición, pero en Ares, la oscilación entre la demagogia y el despotismo marcan el día a día de la actividad municipal. Malo cuando se recrea aquel Todo para el pueblo, pero sin el pueblo, que asemeja al republicano señor alcalde con aquellos monarcas ilustrados de la segunda mitad del siglo XVIII. Supuesta verdad absoluta, concentración del poder y mala política económica para el resto de los mortales y no para él, no siente la necesidad de justificar sus decisiones, alcanza simplemente con que él lo diga y quiera. También cree en su sapiencia y se regocija de ello, y para ello minusvalora al pueblo, todos somos incultos y maleducados, todo ello sin darse cuenta de que ese mismo pueblo es el que es soberano para elegir, para criticar o alabar lo que estime oportuno sin exponerse a ser atacado por ello. Un pueblo soberano al que desde mi humilde posición creo que hay que brindarle las herramientas para caminar. Eso simplemente es democracia. Siempre tuve la convicción, de que los que en algún momento llegamos a la política activa, lo hacemos para servir al pueblo por un bien común, no para pensar en el beneficio propio. Porque cuando uno traspasa la línea entre lo público y lo privado además de amoral es señal indiscutible de quien viene más que a servir a servirse, bajo el puño del ordeno y mando y ese cansino y reiterado uso de la primera persona buscando continua justificación de Lo hago porque yo soy el alcalde, haciendo así gala de un despotismo que no es mas que el abuso del poder y la superioridad en el trato con el resto. El pueblo, como ha hecho esta vecina de Cervás, tiene derecho a denunciar públicamente este tipo de actos sin tener que exponerse a que les falten al respeto, porque para defender una posición, nunca la mejor defensa es un buen ataque y menos aún para alguien que ha hecho que su liderazgo devengue en autoritarismo, en especial al sentirse amenazado.