El río Belelle y su puente medieval

cristóbal ramírez

A CAPELA

cristóbal ramírez

Las ardillas se esconden a lo largo de un recorrido por monte salvaje que poco a poco se va humanizando

24 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras haber dejado atrás el castillo de Narahío y la preciosa iglesia de O Eirexado, siguiendo el trazado del librito A ruta dos catro castelos, el viajero se encuentra en un pequeño puerto de montaña, ya que ha subido casi cinco kilómetros y medio. Penas Louseiras queda a la derecha, un monte que no ha corrido la suerte de la sierra de O Forgoselo, ahí enfrente, poblada de molinos de viento.

El descenso permite tener otra panorámica ante los ojos, común con la anterior en que hay vegetación rala, salpicada de árboles aquí y allá. Y así se llega a Vilar de Mouros, una pequeña aldea del concello de A Capela que se estira un poco a lo largo de una carretera ahora mejor asfaltada.

Paisaje salvaje, con bosques en todo el horizonte aunque, claro está, predomina el eucalipto. El mencionado libro no cita el molino de A Ponte Vella, que queda pegado a la carretera, diez o veinte metros después de coger el ramal que lleva a Bouza. Ahí se halla, en muy buen estado, en un paraje pequeño, recóndito, muy bonito.

Las casas en Vilar de Mouros han mejorado, y mucho, su aspecto. No hay vida en el exterior porque el conjunto de casas es pequeño.

Continuar hoy por la carretera AC-121 encierra cierto riesgo. Por eso hay que apartase a Formariz, a donde se llega tras una bajada pronunciada, a la que sigue una subida una vez que se cruza un arroyo. En la aldea, de nombre inequívocamente suévico, solo llama la atención la base de un hórreo que fue y ya no es.

Cuando se llevan justamente tres kilómetros desde Vilar de Mouros la cosa empieza a cambiar: se gira a la izquierda buscando en descenso Galofes y Fene. Un paisaje más protegido por la arboleda, bonito para hacer sobre todo en bicicleta. Lo que no parece fácil de encontrar son las ardillas de las que hablaba el antes mencionado libro.

En fin, la bajada remata en el río Belelle. Y se lee en aquel volumen: «(El río es) salvado hoy por un moderno puente que suple la construcción medieval utilizada en otros tiempos y que ahora reclama urgentes mejoras ante el riesgo de venirse abajo». Sigue en pie y sigue el riesgo, porque la obra, preciosa por otro lado, reclama una inyección de dinero cuanto antes.

La aventura

Intentar localizar ardillas, para lo cual ayuda seguir la pista de las piñas roídas.

La foto más personal

En el puente medieval que salva el Belelle.

El desafío

Explorar el río de Vilar de Mouros en sentido contrario a la corriente, monte arriba.

El pasado

Vilar de Mouros fue un lugar frecuentado y activo, con una economía dinámica, al ser un cruce de carreteras.