La ola de solidaridad que rescató a Esther, la mujer rechazada por las inmobiliarias

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL / LA VOZ

FERROL

CESAR TOIMIL

El barrio en el que vivía se puso de moda y le rescindieron el contrato, pero con su pensión de 600 euros nadie le alquilaba

21 may 2023 . Actualizado a las 16:27 h.

Hace un mes Esther López asociaba el mes de mayo a la peor de las pesadillas: era la fecha límite que tenía para estar en una casa en la que nunca ha fallado con el pago del alquiler, pero que los caseros querían que dejase para reformarla y sacarle mayor rendimiento. La vivienda está en el barrio de moda: Canido. Entre los murales más vistosos y gigantes. Esther cobra una pensión de 600 euros y ninguna inmobiliaria o casero la aceptaba, así que comenzó a desesperarse hasta que lanzó un grito público de ayuda.

La respuesta fue inmediata: apenas unas jornadas después de contar su situación en La Voz llegó un benefactor que ofrecía una casa y muchos vecinos que se brindaban a costear lo que se necesitase para hacer la mudanza. A esta mujer de 56 años, que lleva toda la vida trabajando (aunque sin cotizar) el destino le dio, por una vez una grata sorpresa. «Me cambió la vida, yo nunca creí que podría llegar a estar tan bien: la casa está mucho mejor y yo me encuentro especialmente contenta, ya no hay humedades ni tantos problemas como en la otra», dice instalada ya en su nueva dirección, donde tiene un ascensor, fundamental para sus problemas de movilidad.

Esther tiene enfermedades que le han causado muchas secuelas. Llegó al límite de ir a limpiar casas, su último empleo, apoyada en muletas. Y antes fue cuidadora en un centro de asistencia a grandes dependientes. Ahora la dependiente es ella, aunque mantiene el ánimo de ser autónoma y lo ha conseguido a pesar de las trabas que el cruel mercado inmobiliario y la lentitud de algunos servicios sociales. «Mi abogada del turno de oficio, Alba Somoza, fue un ángel de la guarda: hizo gestiones que me negaron en servicios sociales», cuenta Esther de una letrada que la asistió por el turno de oficio cuando le llegó la primera orden de desahucio. Alba confiesa que la vio tan desamparada que incluso la acompañó a los servicios sociales, donde no le solicitaban ni el ingreso vital mínimo. Al final se lo tramitó ella, entre otras muchas gestiones más. También ha sido ella la encargada de redactar el contrato de alquiler con la persona que ha ofrecido una vivienda a Esther.

«Me ayudaron cuando estaba en un momento crítico y eso es muy importante, porque me sentía tan vulnerable que no podía ni pensar, ni dormir», cuenta una mujer que pasó meses en su antigua vivienda con todas sus pertenencias embaladas para irse, pero nunca aparecía el lugar. «¿Qué hubiese sido de mí sin la ayuda de mi abogada Alba, de los vecinos, de la gente que me ayudó? Me quedaba en la calle o me convertía en una okupa... Nunca voy a dejar de agradecer tanta solidaridad, aunque todo el mundo debería tener derecho a una casa que pueda pagar, no pasar por lo que yo he vivido», dice.

Ella nunca se retrasó con el antiguo alquiler y cuando se marchó dejó la casa bien limpia. Su problema era que no reunía los requisitos necesarios para los alquileres del mercado actual. «Mi nuevo casero me daba todas las facilidades, pero yo necesito pagar algo, no quiero vivir de prestado», dice en una casa que ha supuesto un cambio de aires importante. Ahora siente más el ruido de los coches, pero ya no sufre la humedad en las paredes, ni las incomodidades de su antigua casa. «Estoy muy bien, hasta salgo a pasear, me ayudaron a comprar armarios, todo para equipar la nueva casa y siento ganas de retomar las manualidades que tanto me gustaban y me alegra no preocupar más a mi hijo, que está embarcado, cuando me vio en esta casa lloraba el pobre con la emoción».