M.ª del Pilar Eiroa Lorenzo, Bar de Bares (Vila de Bares): «Los vecinos le siguen llamando el teleclub»

ANA F. CUBA MAÑÓN / LA VOZ

FERROL

Pilar Eiroa, junto a la puerta del Bar de Bares, el teleclub de la Vila de Bares, que gestiona desde hace casi 17 años
Pilar Eiroa, junto a la puerta del Bar de Bares, el teleclub de la Vila de Bares, que gestiona desde hace casi 17 años I. F.

Esta vecina del Porto de Bares lleva casi 17 años al frente de la taberna

28 ene 2023 . Actualizado a las 14:05 h.

De chavalita, María del Pilar Eiroa Lorenzo (Porto de Bares-Mañón, 1955) iba a bailar al teleclub de la Vila de Bares, que abrió en junio de 1967, impulsado por el maestro Pedro Sanz. «Estaba todo arriba, había dos salas donde ponían discos los domingos, y el bar, que estaba donde hoy es la casa del cura», recuerda. Después se acondicionó la parte de abajo, donde lleva años la taberna, y en el piso de arriba se han celebrado comidas o cenas por encargo. Ahora, la responsable del local desde hace casi 17 años prefiere hacerlas abajo, «por comodidad».

Aunque hace unos años lo renombraron como Bar de Bares (así figura en la fachada y en Google), «los vecinos le siguen llamando el teleclub», cuenta Pilar, igual que ocurre con el de O Barqueiro (As Morenas). La propiedad es de los socios y la encargada de la gestión tiene un contrato de alquiler renovable, año a año.

«Empecé en octubre de 2006. Tenía supermercado abajo [en el Porto], desde 1990, y aquí [en la Vila], desde el 2000, pero los cerré. Iban a menos y al quitar la acampada vi que no podía seguir con la tienda, no daba, me insistieron en que cogiera esto, y aunque en casa nadie me animaba me decidí... y acerté», reconoce. Está «muy contenta» con la clientela, la mayoría de la Vila, pero también del Porto, O Barqueiro, O Vicedo y toda la zona, y gente de paso hacia Estaca de Bares.

Desde que Pilar tomó las riendas del negocio, el local se transformó. En alguna época ni siquiera tenía cafetera industrial y ahora es equiparable a «cualquier bar de pueblo». Mejoró el establecimiento por dentro (pintura o decoración) y por fuera, con una terraza hacia la parte de delante (antes carecía de mesas o sombrillas) y otra en el patio de atrás, una zona cubierta, la preferida de muchos de sus clientes, salvo cuando sopla viento de nordeste.

Desde hace tres años, en verano el teleclub se transforma en una parrillada, con Pilar al frente, y sus hijas y un yerno de apoyo. «Preparamos carne a la brasa, mejillones, navajas... y cosas que en otros sitios no ofrecen, como hamburguesas o cazuelas de huevos con criollo o con zorza, o gulas con gambas. La gente sale muy contenta, reservamos y no cerramos la cocina... suerte que muchos clientes llegan temprano para ir a la playa y otros tarde porque vienen de la playa», comenta.

El resto del año, el servicio de restaurante solo funciona por encargo, para cenas o comidas de la peña de las quinielas, el cocido de carnaval (aún no se ha retomado tras el covid) o cualquier otro evento. «Con la pandemia perdí catorce clientes, gente que venía a diario a jugar la partida o leer el periódico y que cambió de hábitos», lamenta. Abre todos los días, y en invierno adapta el horario a la demanda. Sus clientes habituales «son amigos», sabe «cuándo van a venir y qué van a tomar». «Podía estar retirada, pero esto me da la vida, hablo, discuto, me río... no es por dinero, sino por salud, una terapia», recalca.