De Perú a Ferrol para escapar de la violencia «a punta de pistola»

FERROL

Daysi, junto a su hijo Diego, en el comedor de la Cocina Económica de Ferrol
Daysi, junto a su hijo Diego, en el comedor de la Cocina Económica de Ferrol César Toimil

Daysi Oroya y sus hijos Diego y Danielle, usuarios de la Cocina Económica, son una de las siete familias con menores a las que atiende el comedor social de Rubalcava

22 dic 2022 . Actualizado a las 17:06 h.

Poco antes de las doce y media de la mañana, Daysi Oroya, peruana de 43 años, y su hijo Diego, de 20, esperan pacientemente a que la Cocina Económica de Ferrol abra sus puertas para el primer turno de comidas. La suya es una de las siete familias con menores a las que atiende actualmente el comedor social de la calle Rubalcava. Y Daysi se deshace en elogios para todo el personal y voluntarios. «Aquí nos tratan muy bien y yo no les podría estar más agradecida, porque esto supone una gran ayuda para nosotros», recalca ya dentro con una mirada de gratitud hacia María, la trabajadora social.

Además de su hijo Diego, los sábados y domingos también le acompaña su hija menor, Danielle, de 6 años, pero hoy no está porque la pequeña sale del colegio a las dos de la tarde, cuando el servicio en la Cocina Económica ya casi ha concluido.

Daysi explica que en Perú nunca se vio en la necesidad de acudir a un comedor social. Pero no lo cuenta como un lamento o una queja, porque asegura que en la Cocina Económica se siente muy arropada. Y además, todo ha ido mejor desde que llegó a España. ¿Qué fue lo que le hizo abandonar su país? «Dejé Perú pensando en el bienestar de mis hijos y en su futuro, porque desde hace unos años hay mucha inseguridad y delincuencia. A mi hijo lo atracaron dos veces a punta de pistola y ya no podíamos vivir tranquilos», explica Daysi, al tiempo que detalla el modus operandi de los delincuentes. «Gracias a los documentos que llevaba mi hijo en la cartera, se enteraron de nuestra dirección y vinieron a casa para extorsionarnos. Nos pidieron dinero con amenazas, y como no se lo dimos, nos rompieron las ventanas», relata esta peruana nacida y criada en Lima.

CÉSAR TOIMIL

Pero en su decisión de hacer las maletas y emigrar también influyeron otros factores, como la escalada de los precios o el hecho de que Daisy se quedase sin trabajo con el estallido de la crisis sanitaria. «Durante veinte años trabajé como profesora asistente de un nido alemán, el Kindergarten Hansel y Gretel, pero con la pandemia quebró y me quedé sin empleo», explica esta maestra de educación infantil.

Una amiga suya que había emigrado a Ferrol le habló bien de este rincón de Galicia, de la amabilidad de sus gentes y de la seguridad que se respira en sus calles. Así que Daysi tomó la determinación. El 15 de septiembre llegó a Ferrol acompañada de sus dos hijos (su marido se quedó en Lima por su trabajo), y tres meses después, asegura que no se arrepiente. En este tiempo ha conseguido trabajo como limpiadora en una casa particular en la que gana lo suficiente para pagar el piso que tiene alquilado en Caranza, y gracias a la ayuda de la Cocina Económica, no tiene que preocuparse por los gastos de alimentación. «Además, puedo ir a Cáritas a lavar la ropa, la Cruz Roja me va ayudar con un regalito de Navidad para mi hija y la asociación Movilidad Humana nos está ayudando para que Diego pueda asistir al algún curso formativo en la asociación Chamorro», señala muy agradecida Daysi mientras su hijo mayor no deja de acariciarle la mano y la espalda con mucho cariño. «Diego tiene algunos problemas: dislalia, una enfermedad neuromuscular y déficit de atención, y por eso necesita ir a un centro especial», explica su madre.

Aunque ha tenido que despedirse de familia, amigos y toda una vida en su Perú natal, Daysi confiesa que se siente muy ilusionada ante la perspectiva de un futuro en Ferrol, donde espera poder encontrar algún trabajo más, para ser capaz de afrontar todos los gastos y «no ser una carga para el Gobierno». «Me siento muy agradecida por toda la ayuda recibida hasta el momento y estoy muy contenta porque al fin podemos vivir sin miedo. Por fin puedo ir tranquila al parque con mi hija o hablar por el móvil en la calle sin temor a que me ataquen y me roben», concluye Daysi antes de sentarse a la mesa de la Cocina Económica.