Los patrimonios departamentales

José Picado ESCRIBANÍAS DE MAR

FERROL

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A las ciudades coquetas y modernas les gusta presumir de patrimonio. Patrimonio cultural, histórico, gastronómico, literario, arquitectónico, arqueológico, paisajístico o de cualquier otro tipo. Lo venden como recurso turístico para que los vecinos de otras ciudades coquetas y modernas vayan a disfrutarlo y, de paso, dejen unos euros que ayuden a mantenerlo. A nuestro Departamento Marítimo del Norte no le calificaremos como coqueto y moderno, los dioses de los océanos no lo permitirían, pero sí podemos asegurar que bien podría presumir de multitud de patrimonios. Como del patrimonio que no está, categoría en la que se encuentra el tesoro de Bedoya, conjunto de orfebrería castrense, de oro y plata, encontrado en Doniños y comprado por el Museo de Pontevedra; las obras de los pintores Sotomayor y Villamil, propiedad del Museo del Prado y cedidas al Museo de Arte Contemporáneo de A Coruña; los documentos del aviador Iglesias Brage, ubicados en el Archivo del Reino de Galicia; los cachivaches de Torrente Ballester, instalados en la rúa do Vilar compostelana; y la obra de Carballo Calero, integrante de los fondos del Parlamento de Galicia, por citar algunos ejemplos. También puede presumir del patrimonio perdido, como el legado por Concepción Arenal, Pablo Iglesias, el presidente Canalejas, el ingeniero Comerma, Saturnino Montojo, Frutos Saavedra, Francisco Suárez y Benito Vicetto. Y del patrimonio ignorado, como el de la arquitectura Art Decó eclipsada por las obras de la etapa modernista, la carpintería de ribera o las galerías tan ensalzadas por los profesores Koolhaas y Madrid. Sin olvidarnos del patrimonio destruido, como el cementerio dieciochesco de Canido, uno de los más antiguos de España, o el patrimonio escolar: Escuela Obrera, Escuela Inglesa, y otras. O el patrimonio de los grandes adelantos, como la obra del naturalista López Seoane, el sextante de Fulgencio Rodríguez o la enciclopedia mecánica de Ángela Ruiz Robles, todos expuestos en instituciones coruñesas. Y el patrimonio esfumado de los grandes veleros, como la Nautilus o el Galatea, tan importantes en la formación naval militar. Y otros muchos patrimonios materiales e inmateriales que no se echan de menos mientras se continúa aspirando a que el Arsenal y algunas otras piezas consigan su reconocimiento como patrimonio mundial por la UNESCO. Qué bueno sería conseguirlo y también recuperar la biblioteca de Alonso López, un teléfono de órdenes de la Fenya, el primer tostador de café, un velocípedo inglés, las pautas de enseñanza libre del maestro García Niebla y otros muchos objetos que nos ayudaran a dejar de citar al palacio municipal como un bien patrimonial que no es ni será.