OTAN, fuerza de paz

José Picado ESCRIBANÍA DE MAR

FERROL

OTAN

12 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La guerra es algo que los países civilizados no hacen. O no deberían hacer. Las guerras, las pestes, el hambre y la pobreza son, en el paradigma de la Ilustración, los grandes obstáculos a superar en la conquista de un mundo mejor, más racional, inteligente y humano. Ahora lo sabemos, especialmente después de sufrir dos guerras mundiales, pero no siempre fue así. Durante la mayor parte de la historia la guerra fue el pasatiempo natural de los gobiernos y la paz «una mera pausa entre guerras». La Universidad de Harvard (Programa de Datos sobre Conflictos) ha reunido la información desde el año 1500 en todo el mundo, la ha tabulado y graficado para concluir que: cada vez hay menos guerras, cada vez hay menos muertos en las guerras y cada vez son menores las áreas geográficas en las que se producen las guerras. Y esto con datos, no opiniones.

Fue Inmanuel Kant, en el Siglo de las Luces, el primero en proponer que se declararen ilegales las guerras. Lo escribió en Sobre la paz perpetua junto a otras premisas que, pasados los años, se han desarrollado en buena parte del planeta. Por ejemplo, la teoría del dulce comercio para la que el comercio internacional conseguiría que las guerras resultasen poco atractivas. O la teoría de la paz democrática que sostiene que los países más democráticos tienen menos probabilidades de enfrentarse en disputas militarizadas. O la más importante, la idea de que la guerra es ilegal, principio adoptado por las naciones comprometidas a no declararse la guerra salvo en defensa propia o con la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Todos estos son, a día de hoy, principios admitidos. También lo es la capacidad de incumplir las normas y provocar conflictos armados sin pasar por la declaración de guerra. Lo está haciendo Rusia de forma repetitiva con Ucrania y no hace mucho se produjeron masacres en Bosnia, Ruanda y Darfur. «La guerra comienza en las mentes de los hombres», reza un lema de la UNESCO, y ya sabemos que los líderes criminales ebrios de gloria se reproducen con gran facilidad. Por eso es una gran noticia que nuestro país celebre ahora 40 años de permanencia en la OTAN, una fuerza de mantenimiento de paz en la que nos costó entrar y en la que debemos reforzar nuestro papel. Atrás quedó la bisoñez del primer PSOE (OTAN, de entrada no), la táctica rastrera de la Alianza Popular de Fraga con su abstención, la ceguera mayúscula del PCE (OTAN no, Bases fuera) y la aspiración lícita de una UCD moribunda. Los españoles aprobamos —con no mucha rotundidad, esa es la verdad— la permanencia en la OTAN, y queremos ser parte de la UE, la ONU y la comunidad internacional. Y decimos (CIS) sí a la OTAN y no a las guerras.