La tertulia, entre las más bellas artes

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

13 mar 2022 . Actualizado a las 10:48 h.

El jueves, mientras la tarde se terminaba y la noche llegaba a la ciudad envuelta en una auténtica tormenta, que a veces hasta daba la impresión de querer llevarse por el aire algún tejado, tuve la suerte de pasar, en el Liceo de Ourense, una de las horas más divertidas —y por momentos realmente conmovedoras— que recuerdo haber pasado en los últimos tiempos. Había ido allí, a un lugar que guarda tan viva la memoria de Carlos Casares, para hablar de literatura. Y, como no podría ser de otra manera, la conversación comenzó a girar enseguida alrededor de la figura de Carlos, de cuyo fallecimiento acaban de cumplirse esta misma semana veinte años, pero cuya obra, cuyo pensamiento y cuyo ejemplo personal —de una generosidad y una tolerancia infinitas— siguen tan vivos como siempre. El Liceo ourensano, como ustedes probablemente ya sabrán, lo preside Xavier, el hermano de Carlos, que dedicó su vida profesional a la medicina, ámbito en el que llegó a ser uno de los pediatras más prestigiosos de todo el país, pero que, aunque jamás tuvo intención de escribir ni un cuento ni una novela —al menos que yo sepa—, es uno de los mejores contadores de historias que he conocido. Oírlo hablar del autor de Un país de palabras —Carlos y él siempre parecieron gemelos, aunque no lo eran más que por la parte de alma— nos emocionó a todos cuantos estábamos allí. Y en cuanto el acto terminó, surgió, espontáneamente, una maravillosa tertulia. Una conversación de la que en verdad creo poder decir que todos los amigos que rodeábamos a Xavier Casares (Xulio Valcárcel, Xabier Limia de Gardón, Julia Díaz, Xosé Cid, Armando Ojea, Luis Méndez, Juan Ignacio Fonseca, Miguel Mosquera, Avelino Jácome...) tuvimos la impresión de que la sombra y la sonrisa de Carlos habían venido a visitarnos desde el otro lado del río, o al menos no andaban muy lejos. Siempre he estado firmemente convencido de que entre todas las bellas artes de este mundo brilla, con luz propia, la de la conversación. En el Liceo hablamos de que Ferrol fue la primera ciudad de Galicia que le dedicó un espacio público a Carlos Casares —la plaza que está junto a la Casa do Patín, en el campus universitario; un lugar, todo sea dicho de paso, donde las palomas torcaces y los mirlos son muy amigos do posarse en la hierba, entre las flores—. Como hablamos, también, de aquel pariente suyo que fue arzobispo en Cuba. E igual que hablamos, por cierto, de un café con biblioteca que había en Sillobre: Lar Vilar. El legendario café de Isabel. Había olvidado yo que Javier estuvo allí una vez, y me alegró recordarlo. Muchos de los libros que había en ese café los envió Carlos. Y también envió una carta manuscrita, que sigue en Sillobre, enmarcada. Le gustaba mucho hacer regalos.