Los dos se casaron cuando ella aún estaba en la universidad e hicieron equipo desde el primer día: «Yo soy muy perfeccionista y recuerdo que cuando me pasaba los trabajos a máquina le iba corrigiendo tanto que terminaba por pedirme una copia final, me decía: tú déjame el texto aquí», recuerda a sus 70 años con ojos de enamorada risueña. Ante tanta ilusión es imposible no preguntarle por los libros que pueden aupar o ser útiles para sobrellevar la vida cuando se complica o simplemente se pone aburrida. «Claro que hay un libro vital para cada persona y solo se encuentra leyendo, no suele servir que te receten o te recomienden, hay que leer, leer y leer hasta encontrar esas palabras que te sirven o te retratan», dice.
Sin embargo, tras tantos años buceando entre versos, tramas e historias tiene un banco de títulos que no fallan: «Depende de los niños, de su madurez, pero recuerdo que Fernando Arrabal les encantaba y pocas personas se pueden resistir a libros como La señorita Cora, de mi adorado Cortázar».