Clientela de toda Galicia e incluso de Castilla-León, Asturias y el País Vasco

La Voz

FERROL

18 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las investigaciones policiales y los registros efectuados en los últimos meses han permitido averiguar cómo funcionan los campamentos que se dedican a la venta de droga. La mayoría de ellos se han convertido en auténticas fortalezas, porque están rodeados de altas murallas como ocurre con los chalés de los asentamientos de Rocky y el Moracho, en Río do Pozo, o por cierres de vegetación, como A Poliña, en San Mateo. En otros hay una hoguera permanente, con una persona controlando la zona, que se encarga de arrojar al fuego las sustancias estupefacientes si llega la Policía. Pero, además, suelen contar con vigilancia continuada en sus perímetros, para la que utilizan a toxicómanos que mantienen en situaciones cercanas a la esclavitud, durmiendo en casetas o incluso en coches, a cambio de comida y droga.

En una reciente redada en el campamento del Moracho, la Policía descubrió la existencia de una oficina cerrada con cristales y un cajón dispensador artesanal, con un mecanismo similar al que hay en algunas farmacias, con el que los vendedores se protegían de posibles contagios del covid.

Las actas de incautación realizadas en los controles de los accesos han permitido determinar, asimismo, que una parte importante de los clientes proceden de distintos puntos de Galicia, Asturias, Castilla-León e incluso el País Vasco, que compran la droga en Ferrol o Narón para después distribuirla en su zona. Además de en los campamentos, fuentes policías aseguran que también se ha incrementado el tráfico de drogas en los barrios ferrolanos de Recimil y Caranza.