Ríos de la noche, leones de piedra

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

08 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy, en el corazón del verano, tampoco les escribo desde el café, sino junto a mi ventana. Una ventana por la que entra el canto del agua, que viene desde Sillobre haciendo molinos y que aquí, a unos metros de donde los caballeros sanjuanistas hicieron labrar en la piedra dos leones rampantes, se remansa un poco, antes de llegar a Perlío y seguir camino hacia el mar. Los atletas olímpicos corren en la televisión. Frente a mí están, junto a una estilográfica a la que le quiero especialmente, las figuras de los Reyes Magos. Y a su lado, una tarjeta manuscrita que me envió las pasadas navidades el poeta Miguel Carlos Vidal. Las Olimpiadas de Tokio le han dado grandes alegrías al deporte gallego, gracias a estrellas como Ana Peleteiro y Adrián Ben. Isidoro Hornillos, presidente de la Federación Galega de Atletismo y ex plusmarquista español de los 400 metros lisos, fue olímpico también en dos ocasiones. Como lo fue otro gran amigo nuestro, Javier Álvarez Salgado, que en Múnich 72 disputó tanto la final de los 5.000 como de los 10.000 metros, tras haber sido finalista en 3.000 metros obstáculos en México 68. El atletismo es una cosa formidable, una de las más bellas metáforas del mundo. Y nos recuerda que las grandes victorias, las que de verdad merecen la pena, son las que se logran cuando uno lucha contra sí mismo. También frente a mí tengo una foto tomada hace casi cuarenta años, poco antes de que se diese la salida en un Campeonato de España de Cross de Clubes en Fuenlabrada, que es la única fotografía que tengo junto a tres amigos muy queridos: Quique Pantín, Marcelino Amado y Juan Rico. Es la única en la que estamos los cuatro juntos, quiero decir, y me estoy dando cuenta de que en un artículo les dije que la estábamos buscando, pero al final no llegué a contarles (¿o sí?) que había aparecido. La foto, de un tiempo que ya no existe, está de pie, entre libros. Unos libros que son todos amigos muy leales: Torga, Onetti, Luz Pozo, Conrad, Nélida Piñón, Proust, Melville, Clarice Lispector, Twain, Simenon y (por citar un ejemplo más) Atxaga. Me acuerdo mucho de mi bisabuela, que tantas veces releyó el Zalacaín de don Pío Baroja. Tuve la suerte de conocer a mis bisabuelos, Carmen y Cándido; a mis abuelos paternos, Josefa y Constante; y a mis abuelos maternos, Carmen y Ramón. Cuánto me gustaría poder escuchar su voz de nuevo. Y la de mi madre.