Aquellos cines de hermoso nombre

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

30 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy no sabría decir, a ciencia cierta, cuántos años tenía la primera vez que me llevaron al cine. Pero no más de cuatro o cinco, me parece. Y tampoco sería capaz de concretar qué película vi entonces, porque solo recuerdo que en ella salía un león de larga melena. De lo que sí me acuerdo perfectamente, en cambio, es de que el cine era el Perla, el de Perlío, donde las butacas estaban tapizadas de rojo y había una pantalla inmensa. Permítanme confesarles que yo le quise mucho a esa sala de cine, que estaba en un edificio que ya no existe y que tiene un lugar de honor entre los recuerdos de mi niñez y de mi juventud. Por extraño que les parezca, de vez en cuando aún sueño que el cine Perla está ahí, y que ha abierto de nuevo sus puertas, y que se va a proyectar otra película en él. Es un sueño muy hermoso, que durante un rato me reconforta el corazón, aunque después, al despertar y abrir los ojos -al darme cuenta, por tanto, de que lo que veía era solo una ilusión -, hace que la melancolía regrese inevitablemente. Una melancolía que suele traer de la mano la tristeza. También me acuerdo mucho, por cierto, del cine Franlaza, que estaba en Fene, en un edificio que tampoco existe ya. Y fíjense: es curioso, pero incluso siendo yo tan aficionado al cine como he sido desde niño, tardé bastantes años en saber que tanto Sillobre como Magalofes habían contado también con sus propias salas de proyección. Y eso que por aquel entonces (cuando supe que se habían proyectado películas muy cerca de nuestra casa) yo ya tendría quince o dieciséis años, era alumno del instituto Concepción Arenal y conocía muy bien todos los cines ferrolanos, desde el Jofre hasta el Madrid-París y desde el Capitol hasta el Avenida, pasando, naturalmente, por el Cinema y por el Rena. Ha pasado mucho tiempo -tanto, que parece mentira que los años pasen de esta manera-, pero mi afición por el cine permanece intacta. Y no hablo solo del cine como séptimo arte, que por supuesto que también, sino sobre todo de la emoción que desata en mí ver las películas, sobre todo las que más me gustan, en la gran pantalla, sumergido en la oscuridad mientras el milagro renace de nuevo. A menudo me gustaría que hoy fuese ayer, para qué les voy a decir lo contrario. El ayer que recordamos, esencialmente. Cuando todo era un prodigio y los sueños, por lo general en color, aún llevaban el futuro dentro.