El árbol caído

José Varela FAÍSCAS

FERROL

09 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Se fue yendo despacio, el modo más dulce de quedarse un poco más. Y para cuando partió, ya se había ido. Como un viejo olmo, el siseo de la brisa entre la fronda se le fue agrandando hasta hacerse silbido, primero leve, y con el paso del tiempo ruido atronador. Con el estruendo, poco a poco, las palabras, como las hojas del árbol, dejaron de entenderse, y se desprendieron inermes para alfombrar el pasado. Más tarde, se agostaron los vástagos que sostenían las brillantes formas de las ideas. Las ramas, vencidas, fueron incapaces de sostener los argumentos. Pero el viejo árbol seguía en pie, como un púgil de raza que no dobla la rodilla, hasta que exhausto y con la savia agotada, el venerable olmo se desplomó como la ceniza, con el corazón rendido. Secuestrado y silenciado por un alzhéimer insaciable, se fue Jesús Bescos para anidar en el recuerdo de cuantos lo quisimos, como un viejo olmo a cuyo cobijo de sabiduría y ternura nos mecimos en tantas ocasiones. Fue un amigo generoso, agudo e inteligente conversador con quien compartí y gocé momentos que ya entrañé. Profundo conocedor de la sociedad ferrolana, ilustrado y de espíritu libre, su decencia intelectual le llevó a militar en la izquierda antifranquista organizada, hasta que ese mismo espíritu crítico e independencia de criterio lo indujeron a liberarse de disciplinas partidarias sin dejar por ello de ser fiel a si mismo y leal a las ideas de emancipación social que impulsaron su vida. Vivió sus últimos años difuminado entre la niebla del alzhéimer, pero quiero pensar que mientras vagaba entre la bruma nunca perdió de vista del todo la luz que alumbró a su lado hasta el final su esposa, Juana.