De la soledad del trabajo en casa al calor del «coworking»

beatriz antón FERROL / LA VOZ

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En la imagen, la diseñadora gráfica Lucía López, responsable del estudio Avelaíña
En la imagen, la diseñadora gráfica Lucía López, responsable del estudio Avelaíña CESAR TOIMIL

Tras el confinamiento, profesionales que desarrollaban su actividad en sus domicilios se han traslado a espacios compartidos en busca de contacto social y horarios más estrictos

10 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Como otros muchos negocios, las oficinas de uso compartido (los coworkings), también han sufrido los efectos de la crisis del coronavirus. Tras el confinamiento, muchos de los inquilinos de estos espacios multipropósito se dieron de baja al cesar su actividad o no ser capaces de afrontar los gastos, pero en muchos casos, como contrapartida, esa fuga de clientes se logró compensar con la llegada de otros nuevos. Por un lado, con trabajadores deslocalizados por sus propias empresas para liberar espacio en las oficinas centrales y cumplir así con las normas de la llamada distancia social, pero también con profesionales y autónomos que durante el confinamiento se dieron cuenta de los inconvenientes que supone trabajar en el mismo espacio en el que uno duerme, come o pone la lavadora.

«Hay mucha gente que ya no soporta estar tanto tiempo encerrada en casa y busca espacios alternativos que sean seguros, económicos y en los que puedan tener contacto social con otros profesionales», confirma Samuel Paz, responsable de 156 Coworking de Narón.

Precisamente en este espacio de uso compartido ubicado en el 156 de la Carretera de Castilla recalaron hace pocas semanas, cansados de trabajar solos en casa, Alberto Hermida, director de operaciones de Euskalfibra para Galicia, León y Asturias, y Lucía López, responsable del estudio de diseño gráfico y web Avelaíña.

Alberto Hermida cambió su casa por un espacio en el coworking de Narón hace apenas un mes
Alberto Hermida cambió su casa por un espacio en el coworking de Narón hace apenas un mes CESAR TOIMIL

Antes de que la empresa de telecomunicaciones vasca lo fichase hace poco más de un mes, Alberto trabajaba para Inditex como jefe de proyectos de nuevas tecnologías en el Business Center de Marineda City. Con el confinamiento, pasó de compartir oficina con cuatrocientas personas a verse teletrabajando solo en su casa Allí siguió con la desescalada y la nueva normalidad. Y asegura que la casa casi se le cae encima. Por eso, cuando sus jefes de Euskalfibra le dieron a elegir entre trabajar en casa, buscar una oficina convencional o optar por un coworking, no lo dudó ni un segundo. «Yo soy una persona muy dinámica, me encanta el trato humano y hablar a la gente de tú a tú, cara a cara. Por eso la opción del coworking me pareció la mejor», cuenta este ferrolano encargado de la implantación y expansión de Euskalfibra en Galicia.

Además del «contacto social» que le proporciona su nuevo centro de trabajo, Alberto también alaba otras ventajas del coworking, como la posibilidad de fijarse unos horarios más estrictos y aumentar la productividad. «Parece una tontería, pero en casa te distraes mucho más, porque, como ya estás allí, entre una cosa y otra aprovechas para poner la lavadora o hacer la comida. Aquí consigues desconectar de la casa, centrarte más en el trabajo, y consecuentemente, rendir más», explica Hermida.

En este mismo punto también incide Lucía López, responsable del estudio Avelaíña, quien asegura que desde que trabaja en el coworking de Narón se ha vuelto mucho más «productiva».

Ella ya trabajaba en casa antes del confinamiento, pero, tras el encierro, decidió cambiar de aires. «En casa estás todo el día sola, no hablas con nadie y se hace duro. Me sentía encerrada y por eso decidí alquilar un espacio en el coworking. Ahora estoy muy contenta, porque veo a gente a diario, estoy muy centrada en lo que hago y trabajo en un ambiente inspirador», dice Lucía echando flores al espacio diáfano y lleno de luz en el que ahora desarrolla su jornada laboral.

Además, al igual que Alberto, esta diseñadora gráfica destaca la ventaja que el alquiler de este tipo de oficinas compartidas supone para el bolsillo. «Yo pago unos cien euros al mes y tengo mi propio espacio de trabajo, acceso a Internet y la posibilidad de utilizar una fotocopiadora y una zona para descansar, charlar y tomar el café. La verdad es que me compensa», sentencia.

Alberto señala además que el hecho de compartir espacio con otros profesionales no solo es un antídoto contra la soledad, sino que también supone una «oportunidad de negocio», porque pueden compartir contactos y muchas veces surgen colaboraciones entre unos y otros: «Si otro profesional del coworking o alguno de sus clientes necesita un servicio como el que presta mi empresa, yo se lo puedo ofrecer, y viceversa», señala Hermida.