Sabores de Siria y Venezuela en la Puerta del Sol de Valdoviño

FERROL

Lila y José Luis (en la foto con Melani Hanim, del grupo familiar) reabrieron el somar el 11 de julio
Lila y José Luis (en la foto con Melani Hanim, del grupo familiar) reabrieron el somar el 11 de julio JOSE PARDO

Lila El Halabi y José Luis Alonso emigraron del país sudamericano por la inseguridad y ahora miran al futuro con optimismo tras la barra del bar Somar

31 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

José Luis Alonso y Lila El Halabi son una pareja de venezolanos con raíces en España y el Próximo Oriente. Él es hijo de padre andaluz y madre canaria, y ella lleva en sus venas sangre siria y libanesa. Hace un año emigraron a Ferrolterra huyendo de los atracos, los robos y la difícil situación económica que atraviesa el país sudamericano, y tras pasar unos meses muy duros y difíciles, ahora miran al futuro con optimismo -pero, sobre todo, con mucha paz y tranquilidad- tras la barra del bar Somar de Valdoviño. El veterano establecimiento de la Puerta del Sol llevaba cerrado varios meses, pero el pasado 11 de julio Lila y José Luis lo reabrieron para darle nueva vida con una cocina llena de sabores gallegos, árabes y venezolanos.

«En la oferta no faltan los platos de aquí, como el raxo, la zorza, los chipirones o las zamburiñas, pero también especialidades de nuestro país como las arepas, el pollo crujiente o la empanada venezolana, además de muchos platos sirios: falafel, tabulé, crema de garbanzos y crema de berenjenas, shawarma y el kibbeh, que es como una croqueta de carne y especias», comenta José Luis, sin olvidar de mencionar otros reclamos de la carta, como el sándwich Club House, «que es el mejor sándwich del mundo».

Un robo que cambió su vida

Si Lila y José Luis se han decidido a poner en marcha su propio negocio en vez de trabajar por cuenta ajena es porque los dos poseen ese espíritu emprendedor que siempre se les atribuye a los venezolanos. En su país él comandaba una empresa de venta y reparación de equipos de laboratorio que el gobierno le expropió. Y ella estaba al frente de un enorme restaurante en un club privado que sufrió el saqueo de los ladrones. «Fue un robo millonario, se llevaron todo el menaje de las cocinas, las freidoras industriales... Y nos dejaron sin nada», rememora Lila.

Ella volvió a abrir otro restaurante, y aunque el nuevo negocio al menos le daba para vivir, la creciente inseguridad y la escalada de violencia que vivía Venezuela terminó por empujarles a emigrar. «A mi sobrino lo mataron unos delincuentes que entraron en su casa a robar, a mí también me intentaron a atracar y a mis hijas las encañonaron unos ladrones que querían llevarse nuestro coche mientras yo hacía unas compras. Menos mal que al final fui a socorrerlas y salieron huyendo», relata Lila.

Primero en Ares

Todo eso fue lo que les llevó a poner rumbo primero a Ares, donde ella tenía una amiga, y a Ferrol después. «Vinimos a España porque estábamos cansados de vivir todo el tiempo con miedo», explica. La pareja cuenta que sus primeros meses como emigrantes fueron muy difíciles -incluso tuvieron que recurrir a Cáritas en busca de ayuda-, pero ahora encaran el futuro con esperanza. Cuentan que en Valdoviño se han sentido arropados y han encontrado el apoyo necesario para reabrir el bar Somar, donde Lila ha podido reencontrarse con los fogones.

Allí prepara ahora el pollo «broaster» que cocinaba en El sabor de los cinco sentidos, el restaurante que tenía en Venezuela, y también muchos de los platos que comía a diario en la provincia siria de Sweida, la zona de los drusos, donde Lila vivió de los 7 a los 19 años. «Este verano no hay tanto movimiento en el pueblo a causa del coronavirus, pero aún así estamos contentos porque tenemos muchas ganas de trabajar y salir adelante», anota José Luis.

La pareja valora mucho la tranquilidad y seguridad que se vive en la comarca, adonde llegaron hace ahora un año acompañados de las dos hijas de Lila.

«¿Que si echo de menos Venezuela? Cuando vivía en Siria sí lo echaba mucho de menos, porque era un país hermoso, con un paisaje espectacular, lleno de vida y gente maravillosa, pero ahora ya no lo añoro, porque ya no es ese país que yo conocí», apunta Lila con tristeza. En Valdoviño intentan ahora abrirse camino, aunque saben que no es tarea sencilla. «No nos haremos ricos, pero esperamos que el negocio funcione y que la gente se sienta a gusto y bienvenida en nuestro bar», concluye José Luis.