Ajedrez

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL

26 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pues yo creo que es un guiño a la bandera de Ferrol, de cuadros azules y blancos en forma de tablero de ajedrez, afirmaba Chundo, ahora jubilado y antes propietario de una librería. Moncho, filósofo que fuera profesor de instituto, creía que era un instrumento para pensar que incitaba al relax, como los tilos. Juancho, en su día contramaestre de la Armada, era partidario de organizar allí partidas de estrategia y táctica, como los de hundir la flota. A Pancho, antiguo empleado de la Caja de Ahorros, le parecía que lo mejor era jugar al Monopoly, por aquello de comprar y vender casas. Gelucho, exsindicalista del metal, se despertó sobresaltado: ¿Un juego de qué? Asamblea para que decida el pueblo, sentenció. Tonecho, propietario durante más de cuarenta años de una tienda de antigüedades (mejor diríamos un chambón) estaba seguro de que era un homenaje a los viejos cafés liberales y pavimentos de las logias masónicas, todas ellas con baldosas simbolizando el infinito, el universo, el bien y el mal, el día y la noche y otras varias ocurrencias e interpretaciones al gusto de cada cual.

Cada tarde, desde que las autoridades sanitarias lo permiten, se reúnen en una terraza del barrio de la Magdalena unos pocos matrimonios de jubilados. Lo hacen en mesas separadas para mantener la distancia de seguridad, aunque en realidad siempre lo hicieron en mesas separadas por convenciones sociales. Los hombres en una mesa, las mujeres en otra.

Toman sus infusiones, sus cafés descafeinados, cervezas sin alcohol, agua mineral, y cosas que no atentan contra la tensión arterial ni el colesterol del malo. Todos excepto Juancho, el contramaestre, al que no le apea nadie de su copita de Pedro Ximénez y su brindis diario por la feliz singladura del Juan Sebastián de Elcano.

En esta tarde de calor pasaba por allí Chemari, historiador jubilado poco amigo de las terrazas pero un gran entusiasta de los paseos. Casi que le obligaron que les diese su opinión. Chemari les contó que estaban en el lugar donde se habían instalado las sociedades de las clases más pudientes, la burguesía militar, industrial y comercial más poderosa de la ciudad. También las sociedades de librepensadores, las imprentas, academias, periódicos y los mejores cafés. Era el lugar de las diversiones y el empleo de muchas horas que dedicaban al entretenimiento. Tal vez por eso, -dejadme que remache ese tal vez, insistía el viejo historiador- a alguien se le ocurrió dibujar ese tablero en la plaza de Armas.

En la mesa de las mujeres escuchaban la conversación y sonreían. Concha, Chuca, Nenucha, Chata, Calucha y Chitola estaban a lo suyo. Ajedrez. Es sencillamente un tablero para jugar al ajedrez. Sin más complicaciones. ¿Alguien quiere más menta-poleo?