Amenazas a la salud

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL

07 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La reputación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) progresa adecuadamente. Como los niños en sus notas escolares. Y mejora más cuando es atacada ferozmente por los líderes de partidos y movimientos populistas, ultranacionalistas y fanáticos de esta condición. Es sabido, y esta pandemia lo ha vuelto a confirmar, que las ideologías populistas no se llevan bien con los criterios científicos. Son defensores de ideologías totalitarias y principios maximalistas que no atienden ni a la razón ni al contraste empírico ni a la experimentación ni al método científico. La tierra es plana, las vacunas producen autismo, las transfusiones de sangre atacan a mis creencias religiosas, el cociente intelectual es superior en mi raza, etcétera, son ejemplos de axiomas falsos que se convierten en eslóganes fácilmente repetidos por quien quiere creerlos y defenderlos, incluso en foros políticos y públicos. La OMS tiene el deber de cumplir la misión contraria: recoger las certezas que conforman el corpus de conocimiento actual y ponerlo al servicio de la sociedad.

En enero de este año así lo hizo, una vez más, publicando una lista de trece desafíos que amenazan nuestra salud, la de todos. En los resúmenes de las Noticias ONU los líderes mundiales pudieron leer las recomendaciones de los expertos en Salud Pública y promover actuaciones en consecuencia. Poner la salud en medio del debate climático es el primer desafío: lucha contra el calentamiento global y sus consecuencias perniciosas para la salud. Hacer que la salud llegue a lugares en conflictos y a las poblaciones desplazadas. Conseguir que la atención médica sea más justa y supere las brechas socioeconómicas. Ampliar (universalizar) el acceso a los medicamentos. Detener las enfermedades infecciosas como la tuberculosis, malaria, VIH y enfermedades tropicales. Prevenir y afrontar pandemias de forma precoz, como la covid-19 que ha paralizado el mundo. Asegurar alimentos y productos saludables para todos. Invertir en los profesionales que defienden la salud, la asistencia social y los sistemas públicos de prevención. Proteger a la infancia y adolescencia. Utilizar positivamente las nuevas tecnologías. Proteger los medicamentos que nos protegen. Mantener una atención médica limpia, con acceso a agua y electricidad. Y, por último, ganarse la confianza pública para seguir los consejos médicos y científicos.

Es el momento, afirma la OMS, de construir una alfabetización científica y mejorar la educación para la salud. También lo es, en nuestro caso, de reconducir las inversiones en investigación y ciencia, reforzar el estado del bienestar y mejorar el sistema nacional de salud.

Menos alardes -falsos- y más apuesta por la salud pública.