La vida en una balanza

Nona I. Vilariño MI BITÁCORA

FERROL

31 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada amanecer es para mí un momento de alegría y esperanza. Aunque soy consciente de que cientos de miles de ancianos y sus familias viven este tiempo de zozobra con temores e incertidumbres. E, incluso, con la sensación de que una vida puede ser sacrificada en favor de la de otra persona. Y, eso he leído y escuchado reiteradamente, siguiendo un supuesto código ético que establece los criterios para, por ejemplo, adjudicar respiradores o camas en las UCIS... Ni repetiré ni discutiré los supuestos criterios. Pero sí quiero clavar mis dedos sobre el teclado con toda mi fuerza para implorar sensibilidad… Y lo hago desde la serenidad que me proporciona mi estado emocional y físico (ya sé que esto puede cambiar en un momento, pero también para los que no tienen factores de riesgo). Y quiero enviar un mensaje de esperanza para quienes me han hecho llegar sus miedos, o puedan tenerlos, y, además, se sienten culpables de ser mayores… Y les digo que la vida es imprevisible. Y depende de factores inexplicables. Por eso pido menos publicidad de códigos éticos escritos u oídos a diario, que provocan miedos y el temor de muchos ancianos de ser un colectivo en peligro de extinción. E imploro más acompañamiento en su soledad. Porque, sean cuales sean las circunstancias personales, la vida es un valor que no se pone en una balanza, aunque, excepcionalmente, quienes tengan la responsabilidad de alguna decisión dolorosa puedan y deban tomarla, movidos por algo que no es discutible: el cumplimiento del deber, en el sentido que cualquier médico tiene la obligación de conocer.