Vari Caramés: «La fotografía siempre habla de la memoria, está hecha de recuerdos»

FERROL

Ramón Loureiro

«El error es el principio de la creación», dice el artista, que va a exponer en el Canal de Isabel II

20 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Vari Caramés (Porta de Neira, Ferrol, 1953) lleva cuarenta años en la primera línea del mundo del arte. Un tiempo en el que, paso a paso, y siempre ajeno a toda clase de estridencias, se ha ido labrando (y, todo sea dicho de paso, probablemente sin pretenderlo) un importante espacio propio en la vanguardia de la fotografía europea. Una trayectoria verdaderamente singular, la suya. Un viaje a través de la luz y del color, que el año próximo tendrá su reflejo en la magna exposición que le va a dedicar, en Madrid, uno de los grandes templos de la fotografía contemporánea: la sala del Canal de Isabel II. El portentoso edificio que antaño fue, como todo el mundo sabe, un depósito de agua. Hombre siempre proclive a emocionarse, Vari contempla el mundo con la elegante delicadeza de un poeta, buscando la belleza en lo que en apariencia es intrascendente. Lo que desea es poder estar cada día más cerca de ese inmenso misterio que -quiérase o no- nos envuelve, para dar testimonio, una y mil veces, de que la vida es un prodigio, por más que a veces no lo parezca.

-¿De qué está hecha la fotografía?

-La fotografía siempre habla de la memoria, está hecha de recuerdos. Porque el tiempo impresiona nuestra memoria, como la luz impresiona la película fotográfica.

-¿Qué es la derrota?

-La derrota, como bien dijo Benedetti, es dejar de soñar; derrotado está quien ya no sueña.

-¿Y la creación...? ¿Dónde está su origen?

-En el error. El error es el principio de la creación.

-Usted es un gran aficionado a la música. En especial, al jazz.

-Sí, soy un gran aficionado al jazz. La música de jazz me gusta mucho. Muchísimo.

-¿Y qué es lo que más lo atrae de esa música?

-Del jazz me atrae, sobre todo, lo que tiene de anarquía, lo que hay en él de improvisación. Es maravilloso escuchar una pieza en la que el saxo suena como un susurro. Y todo eso tiene mucho que ver con mis fotografías.

-¿Llevaba razón Cunqueiro al decir que, para navegar entre las tormentas de este mundo, con la realidad no basta?

-Por supuesto. ¡Claro que llevaba razón...! Tenemos que inventar una nueva realidad, ir más allá de la evidencia.

-A propósito de Cunqueiro, don Álvaro decía también que A Coruña, la ciudad de muchas de sus fotos, y en la que usted reside desde hace tantos años, tiene..

-Tiene la luz de las ciudades sumergidas. Así es. Esa es otra afirmación de Cunqueiro con la que estoy totalmente de acuerdo. Eso es algo maravilloso que posee A Coruña, especialmente a algunas horas, como a las del atardecer. Es una luz que siempre me recuerda mucho a la de Lisboa. La luz es imprescindible, y no solo para la fotografía. Es fundamental, como lo es la ensoñación, como lo es la esencia del tiempo, como lo es el silencio. No se puede crear nada sin eso.

 «Ferrol es una ciudad con mucha magia, pero le sobra el muro que la separa del mar»

Vari Caramés no tiene ni una sola cámara digital. Cuando toma una imagen digital -algo que hace en contadísimas ocasiones- utiliza, para ello, su teléfono móvil. Sigue fiel a la película fotográfica «de toda la vida», a las cámaras con óptica de cristal y a los procedimientos químicos que hacen posible llevar la luz a un papel a través de un negativo.

-También en ese sentido, es usted todo un clásico...

-No, bueno, tampoco es eso...

-¿No?

-No. En realidad, es todo muchísimo más sencillo. A mí nunca me ha gustado adoptar poses de artista. Ni de artista, ni de nada. Me gusta la sencillez. Que además es la que permite que existan las cosas verdaderamente importantes. A mí, desde siempre, las cosas que me interesan y me emocionan son las que tienen duende. Y las que se pueden tocar, por supuesto. Por eso me gustan el negativo... y el positivo. La fotografía que te sorprende cuando la revelas, cuando aparece por fin y está entre tus manos, no la imagen que ves de inmediato sobre una pantalla. No sé si me entiendes, pero yo quiero que la fotografía siga siendo hija del hermoso ritual del que siempre ha nacido. Además, me gusta que haya, antes de que la foto aparezca por fin ante mí positivada, un cierto suspense.

-Usted vuelve a Ferrol, a la ciudad en la que nació, siempre que tiene ocasión. ¿Qué impresión le causa ahora?

-Ferrol es una ciudad maravillosa, una ciudad llena de sorpresas y con mucha magia, pero le sobra la muralla, ese muro que la separa del mar. Sería muy importante para todo que ese muro desapareciese. Y no estoy pensando solo en la luz de Ferrol, aunque también. Las murallas nunca son buenas. Te encierran, o encierran a otro. Y, al final, lo único que hacen es separar.