Ricardo Hevia: «Viajé de Cariño a Alaska para ver un pato»

Ana F. Cuba CARIÑO

FERROL

CEDIDA

«Ver pájaros es mi forma de vida», reconoce este ornitólogo cariñés que viaja por el mundo con esta meta

22 jul 2019 . Actualizado a las 07:59 h.

Ricardo Hevia Barcón (Cariño, 1976) se reconoce como «el friki de la familia». Su pasión por las aves, «y por los bichos, en general», va más allá de una afición. «Para mí, ver pájaros es una forma de vida», sentencia unas semanas después de regresar de América del Norte. Y sí, lo admite: «Viajé de Cariño a Alaska para ver un pato, porque es el único sitio del mundo donde puedes ver al eider de Fischer [o de anteojos]». Este pato marino ya le gustaba de pequeño. «No me imaginaba que iría a Alaska...».

La expedición, en la que participaron otros siete ornitólogos, con los que ya había compartido aventuras anteriormente, se planificó en función de los hábitos de vida del Somateria fischeri. «Los machos son muy bonitos, por el colorido, y solo están quince días de junio en Barrow [al norte de Alaska]. Copulan y se van, y las hembras, de color marrón, se quedan incubando. Elegimos junio y cuadramos el viaje para visitar la zona del Ártico entre el 15 y el 20, para asegurar». Y acertaron, como prueba la fotografía tomada por Ricardo.

Del 1 al 20 de junio, él y sus amigos, seis españoles y un francés, recorrieron parte del territorio de Alaska. Volaron a Anchorage, la ciudad más grande del estado, y de allí a Nome, en el estrecho de Bering, donde pasaron cuatro días. Regresaron al punto de partida para alquilar dos todoterrenos y recorrer el interior, hacia el sur, «con fiordos, ballenas, orcas, focas...». Y el parque nacional y reserva Denali, donde disfrutaron observando a los grizzlies, «más grandes que los osos pardos europeos [...], todos los años se comen a algún visitante»; y el monte McKinley, de 6.190 metros de altitud, el pico más elevado de Norteamérica.

Para el final quedaba el destino más ansiado. Un avión los llevó de Anchorage a Barrow, «la ciudad más al norte de América, a 500 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico», explica. En territorio esquimal, con la playa helada, los habitantes se alimentan de las focas y las ballenas que cazan. «Es de lo que subsisten, con el turismo. Los tres o cuatro hoteles que hay en Barrow estaban llenos, la mayoría con ornitólogos. De hecho, nosotros tuvimos que reservar alojamiento con un año de antelación», indica este pajarero ortegano. Entre agosto y abril, mucha gente acude para observar la aurora boreal.

Los búhos nivales

Si el eider de Fischer era el principal objetivo -«es el mejor lugar accesible para las personas donde puedes verlo»-, también les esperaban los búhos nivales (o búho de las nieves), «espectaculares, criando en la tundra». En esta época del año, no anochece en esta parte del mundo. «El sol calienta poco, pero mantiene la temperatura entre los cero y los cuatro grados; en el sur estuvimos a 22», comenta. Este ha sido su tercer viaje al Ártico: «Ya no te sorprende tanto, aunque ver zonas de montaña sin una sola pista ni un cortafuegos, un paisaje intocado, impresiona». En 2017, eligió la Antártida. Antes había pisado Nueva Zelanda, Finlandia o Madagascar. El próximo destino, «quizás en las vacaciones del año que viene, será Mongolia, también al final de la primavera». De momento, sigue saboreando la expedición a Alaska, donde también fotografió ejemplares de gaviota de Sabine, lagópodo alpino (o perdiz nival) e incluso zorzales. A quienes comparten su devoción por los pájaros les advierte de las dificultades de dar con algún Rock Sandpiper o Smith’s Longspur.

Para Ricardo, que trabaja de amarrador en el puerto de Cariño, la vuelta ha coincidido casi con el inicio de la temporada de observación del paso de aves en Estaca de Bares. «Echamos cientos de horas cada verano contando ejemplares de distintas especies, al ser migraciones nunca sabes qué te vas a encontrar, es imprevisible, todos los días son diferentes...», señala. De ahí su disgusto cuando no puede acudir por motivos laborales: «Igual me pierdo una jornada histórica, o es hoy o no es». Es su forma de vivir, su auténtica pasión.