El turismo industrial gana gancho

IAGO CODESIDO / A.V. FERROL

FERROL

JOSÉ PARDO

La Ruta de la Construcción Naval encara la temporada de verano con tres nuevos puntos de interés a recorrer

05 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

José Antonio Marcote habla con orgullo de los pedidos que ultiman los astilleros de Navantia. «Ahora mismo se están fabricando dos barcos de abastecimiento para Australia. Antes se han construido algunos para Noruega, y es más que probable que en EE.UU. se acepten diseños de fragatas españolas», dice. «Si no son las mejores fragatas del mundo, pues casi», sentencia vehemente. Sabe de lo que habla. En 2011 lanzó la Ruta de la Construcción Naval, un proyecto pionero que permite recorrer las instalaciones del puerto de Ferrol, desde los históricos edificios militares a los astilleros que elogia. La Ruta de la Construcción Naval se enmarca en el llamado «turismo industrial», en el que el atractivo a visitar no reside en monumentos artísticos sino en instalaciones laborales en desuso o aún en funcionamiento.

Tal es el caso del histórico Arsenal Militar del siglo XVIII, el Palacio de Capitanía o los propios astilleros de Navantia, reclamos para los que la Ruta ofrece visitas guiadas. Este verano la oferta será ampliada con el Museo Naval y el Cuartel de los Dolores -«el más antiguo de España en funcionamiento de forma continuada», señala Marcote-, que será incluido en la Ruta a instancias del propio Tercio Norte. Ya en Semana Santa permitieron la entrada de visitas guiadas al mismo, que ahora serán ampliadas con más salas abiertas al público. Para la temporada estival, que dará comienzo el próximo día 20, la Ruta recuperará el castillo de San Felipe, que hasta hace poco se encontraba en obras.

Justamente en la visita a esta fortaleza reside uno de los principales atractivos de la Ruta: su carácter inmersivo. Los guías no se limitan a relatar la historia del castillo y los usos que se le daban sino que, interpretando un personaje de la época, escenifican cómo era la vida en la fortaleza. Isabel Díaz-Robles, que ejerce de guía en varias de las visitas, lo describe como un «viaje en el tiempo». Para llevar a cabo la representación, adopta las formas e incluso la vestimenta de la figura que interpreta. «No son disfraces», matiza, «son réplicas que sirven para recrear y transmitir la historia a los visitantes». Marcote comparte la preocupación por mirar al pasado en la Ruta. «En el turismo industrial es más importante la historia del lugar que lo que ves», dice.

Reconoce, sin embargo, que al principio la mayor parte de visitantes eran vecinos de Ferrol que sentían curiosidad por descubrir los interiores de edificios hasta entonces cerrados al público. «Si no trabajabas allí no los conocías», razona. En la actualidad reciben visitantes con motivaciones variadas, y destaca lo que él llama «turismo de añoranza». «Suelen venir abuelos y padres a enseñarles a sus familiares el sitio donde hicieron la mili». Añade, además, que como consecuencia del bum del turismo industrial cada vez recogen más público de alto nivel cultural, con interés en la historia y la ingeniería.

Mejora de imagen

Buena parte de los edificios por los que pasa la ruta son de titularidad pública y de acceso restringido. Sin embargo, Marcote destaca la voluntad de participación de la Armada y Navantia, en ambos casos porque «les ayuda a construir una mejor reputación», incide. «Para Navantia, supone cambiar la imagen de obreros en huelga por la de una empresa puntera». Con respecto al ejército, afirma que la concepción del público es «casi opuesta» a la realidad. «Cada vez que hacemos una visita con chavales, salen queriendo ser marinos», señala orgulloso.

Para Marcote, el proyecto marcha a buen ritmo, pero le queda todavía un objetivo por alcanzar. «Solemos hacer lleno en todas las visitas, pero llevamos años arrastrando el plan de desestacionalizar la Ruta», lamenta. «Sería una forma de consolidar el turismo ferrolano, ya que, a diferencia del casco antiguo, el puerto se encuentra perfectamente conservado», explica. «La gente hace colas kilométricas para ver una catedral, y hay muchísimas. El puerto de Ferrol es único».