«Desde que vengo a yoga oncológico soy otra mujer, ya no tengo ansiedad»

FERROL

JOSE PARDO

Asotrame celebra el primer año de vida de un programa que pretende apoyar a enfermos de cáncer y ex pacientes a través de la disciplina originaria de la India

13 may 2019 . Actualizado a las 10:32 h.

Son casi las diez de la mañana de un miércoles de primavera y en la cafetería del local social de A Gándara esperan pacientemente a que comience la clase María del Carmen, Luz, Celia y Carmen. «Nos tomamos una infusión en vez de café, que nos pone más nerviosas, y de los churros también prescindimos porque a yoga no se pude venir con el estómago lleno y si no Ana nos riñe», comenta entre risas Celia ya en el aula y lista para practicar la vrksasana o postura del árbol.

Celia y sus tres compañeras de clase tienen algo en común y es que las tres padecieron distintos tipos de cáncer. Y su «profe» Ana -Ana Freire, que también da clases en el centro Samsara de Narón- no es una maestra más de la milenaria práctica de la India, sino que está especializada en yoga oncológico. «A las clases de yoga integral que daba en mi escuela me llegaban muchas personas que habían tenido cáncer o estaban en ese proceso y me di cuenta de que requerían una atención distinta a los demás alumnos. Por eso decidí especializarme», cuenta Ana, que se formó en yoga oncológico en Barcelona junto a la maestra Amy Dara, discípula de Tari Prinster, ex paciente, profesora de esta práctica y autora del libro Yoga for cancer.

Ana y las cuatro alumnas que hoy la acompañan en A Gándara celebran estos días el primer aniversario del programa «Oncoyoga», una actividad organizada por la Asociación de Transplantados de Médula Ósea (Asotrame) y financiada por el Concello de Narón de la que ya se han beneficiado treinta personas, casi todas mujeres. «En este primer año solo tuve dos alumnos. No sé por qué será, pero a los hombres les cuesta más venir a este tipo de actividades», explica Ana, que desde el principio se encargó de impartir las clases del programa.

Diferencias

Antes de comenzar la sesión, la profesora explica que una clase de yoga oncológico se diferencia en «mil cosas» de una clase convencional de la disciplina. «Para empezar, antes que nada tienes que conocer bien al paciente y saber en qué fase está, porque la sesión no va ser igual si está con quimio o radio que si ya la pasó», comenta Ana.

Además, la maestra advierte que hay que tener en cuenta las secuelas que en ocasiones deja el cáncer, como los linfedemas, que pueden aparecer justo después de la extirpación de los ganglios, pero también meses o incluso años después. «Si a alguien se le desarrolla un linfedema en los brazos puede tener sensibilidad en las manos y entonces asanas como las del perro o el gato no están aconsejadas», explica la profesora.

Pero, aunque hay determinadas posturas vetadas en función de cada caso, Freire recalca que las personas que acuden a sus clases de oncoyoga «no son jarras de cristal» y hay un montón de asanas que sí pueden practicar, así como ejercicios de respiración y meditación que les ayudan «a parar y a centrarse en el aquí y en el ahora». «¿Que qué otros beneficios tiene el yoga oncólogico? ¡Infinitos! Además de mejorar el estado físico y emocional, sube la autoestima, el sistema linfático e inmunológico también mejoran y, al estar en contacto con personas que están pasando o han pasado por lo mismo que ellas, las alumnas no se sienten juzgadas y hablan libremente de sus problemas y preocupaciones», explica Ana.

Eso es lo que cuenta la profesora antes de comenzar la clase, pero, ya dentro del aula, lo que sale de boca de sus pupilas no hace sino confirmar sus palabras. «Desde que vengo a yoga oncológico soy otra mujer, ya no tengo ansiedad, respiro de otra manera, y ya no me da miedo hacer ciertas cosas, como salir sola a caminar», explica María del Carmen. Celia asegura que el yoga le ayudó a calmarse, mientras que la otra Carmen cuenta que ahora se siente «más ágil y menos estresada». Y al igual que todas sus compañeras, Luz destaca la «fuerza» que le ha dado compartir clase con personas que han pasado por lo mismo que ella. «Aquí todas nos apoyamos y con Carmen, en concreto, he creado un vínculo muy especial: ahora ella tira de mí y yo tiro de ella».