Una treintena de menores esperan una familia de acogida en la provincia

ana f. cuba FERROL

FERROL

PACO RODRÍGUEZ

Unos 150 hogares coruñeses participan en el programa de acogimiento de la Xunta, gestionado por Cruz Roja; la red es insuficiente para atender todas las necesidades

26 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay 29 niños en espera de una familia de acogida en la provincia. El programa de acogimiento, o de familias acolledoras, de la Xunta, gestionado por Cruz Roja desde 1995, «es una medida de protección de menores, proporciona un entorno familiar a niños que, por distintos motivos, no pueden vivir temporalmente con su familia [biológica]», explica Marta Pintos, trabajadora social. Las causas pueden ser leves, «como el caso de madres solas con cargas familiares y horarios laborales complicados, o que han de someterse a una intervención quirúrgica y no tienen, en su entorno, con quién dejar a sus hijos», señala.

En otros casos, la necesidad deriva de situaciones más duras: «Padres en riesgo de exclusión social, con problemas de toxicomanías, que están viviendo en la calle o cumpliendo una pena de prisión», apunta Pintos. El acogimiento dura el tiempo que la familia tarda en recuperar cierta estabilidad, que garantice el bienestar del pequeño, semanas, meses o años. Y los menores mantienen el contacto con sus progenitores. «Saben cuál es su identidad, conocen las circunstancias de su familia, todo con la mayor naturalidad posible. A diferencia de una adopción, que implica cortar el vínculo con la familia anterior», abunda.

Protección de los niños

La legislación prima el acogimiento familiar frente al residencial (en un centro). «Para participar en este programa hay que solicitar ayuda a la Administración y contar con un expediente dentro del sistema de protección de menores. Primero se busca en la familia extensa del niño, y si nadie puede hacerse cargo de él, se opta por el acogimiento», detalla Pintos. En la provincia de A Coruña hay 148 familias acogedoras, de las que 94 cuentan ahora mismo con uno o varios menores a su cargo y el resto se encuentran en espera, «de que se les haga una propuesta de acogida, o voluntariamente, porque al acabar un acogimiento han solicitado un tiempo hasta el siguiente o porque no pueden atenderlo por sus circunstancias».

En toda Galicia son 316 las familias adheridas a este programa, una red «insuficiente» para cubrir todos los casos, entre otras razones «porque no siempre las familias en espera reúnen los requisitos que necesitan los niños que hay en espera». Pintos insiste en que cualquier persona -soltera, en pareja, con otro familiar, etcétera- puede participar. Basta con entender la medida -«no es una adopción»- y respetar el contacto del menor con sus padres. Hay que dirigirse a cualquier asamblea de Cruz Roja o cubrir un formulario a través de la página web http://familiasacolledoras.cruzvermella.org La familia recibe una ayuda mensual de 280 euros por menor y el apoyo «constante» del personal de Cruz Roja, en especial durante el período inicial de adaptación.

Situaciones de maltrato

«Es una oportunidad de dar un entorno familiar normalizado a los niños, acceso a experiencias iguales a otros niños, ampliando su red de apoyo y seguridad. Quieren muchísimo a sus padres y sus padres a ellos...», recalca la trabajadora social. Si, tras un tiempo, se ve que la situación familiar no va a mejorar y la relación con los hijos es de maltrato, se opta por la adopción, «se buscan unos nuevos papás que puedan darles una vida sana».

Pintos aclara que no solo es maltrato la agresión física: «También lo es no alimentar, no vestir, no proporcionar educación y cuidados sanitarios básicos...».

Carmen Dourado (39 años) y su marido, Miguel Rey (45), tienen cinco hijos, de 19 a 8 años, y dos hermanos en acogimiento, un niño de año y medio y una niña de tres meses, a la que recogieron en el hospital con tres días. Viven en Santiago y llevan cinco años en el programa de familias acolledoras.

-¿Por qué y cómo empezaron?

-Por cuestiones de trabajo y por coincidencias nos enteramos de que había muchos niños en situación de necesitar una familia, y una vez que conoces esa realidad no es fácil mantenerse al margen. Primero tuvimos dos hermanos de cuatro y cinco años, de una familia que necesitaba una ayuda puntual. Al final se fueron con su madre y están de maravilla, mantenemos el contacto. Y después una niña que se iba en adopción, llegó con ocho días y se marchó con seis meses

-Con cinco hijos, es una proeza.

-No, somos personas normales y corrientes; si lo supieran habría mucha más gente que estaría ayudando a niños que necesitan familias para desarrollarse con normalidad, fuera de centros.

-Pero, ¿y la logística y el gasto?

-Nos adaptamos, nos reorganizamos, siempre hay soluciones. Nos da más de lo que nos quita, saca lo mejor de nosotros. Hay cosas complicadas, pero lo positivo es muy superior a la negativo.

-Y en el plano afectivo...

-Claro que los echas de menos, pero te queda la cosa de haberles proporcionado lo que necesitaban en un momento dado.

Desde hace tres años, en la casa de Pepa Jul (39 años) y Carmen Barberi (45), en Arteixo, viven dos hermanos (llegaron con cinco y ocho años), uno de ellos con una discapacidad. La familia de acogida creció hace tres meses, con la llegada de otra menor, de 11 años.

-¿Cómo valoran la experiencia?

-Está siendo muy buena, los niños son geniales... La idea de la acogida temporal es ayudar a que los niños tengan una familia de apoyo hasta que sus padres puedan arreglar sus problemas.

-¿Cómo reaccionó su entorno?

-Al principio nos decían que era una locura, mucho lío, que no sabíamos lo que hacíamos... Pero al conocerlos, ahora los quieren con locura, son parte de la familia.

-¿Qué es lo más gratificante?

-Vas viendo cómo evolucionan, los cambios, la niña al principio tenía pesadillas y ahora ya no. Todo es muy satisfactorio.

-¿Y lo más duro?

-Hay que tener paciencia, los niños son niños; los comienzos y la adaptación son lo más difícil. Hay que aceptar y aprender.

-¿Qué les ha aportado?

-Nos ha hecho cambiar, ahora somos más pacientes, conocemos más lo que nos rodea, nos ha abierto los ojos en muchos aspectos. Es una labor solidaria; lo haces, primero pensando en los demás, pero también en ti, porque te sientes mejor contigo misma. Lo recomendamos, desde el punto de vista egoísta, te sientes muy bien al ver cómo los niños mejoran con tu ayuda.

La ferrolana Paz Lorenzo Lourido, de 53 años, acogió en 2017 a un niño de cuatro. «Trabajo en el área de lo social, de exclusión y mujer, y todas las necesidades sobre el acogimiento de menores las conozco desde el otro lado. Cuando tienes una implicación, unos valores y un sentido de la solidaridad, buscas cómo aportar tu grano de arena», relata. En un primer momento, barajó la adopción, que descartó, «porque podía ayudar a más gente con el programa de acogimiento temporal».

-¿Qué ha visto en este programa?

-Es un modo de trabajar por los niños, que necesitan tener una infancia feliz y completa; quiero ser esa pata que les falta. Como sociedad tenemos la obligación de proteger la infancia y ofrecerle lo mejor, es nuestro futuro.

-¿Cómo es la relación?

-El niño tiene cuatro años y yo soy su abuela. Desde el programa de acogimiento se trata de conciliar la imagen de la familia biológica, que también es monoparental, y la acogedora. Tiene una mamá y una abuela, que no tenía. Negociamos entre ambas partes y hemos conseguido una relación casi de familia. El objetivo es común, ayudar al niño a tener una infancia completa, las dos queremos que tenga las oportunidades que se merece.

-Hay mucho de aprendizaje.

-La experiencia es muy enriquecedora, te hace cambiar muchos planteamientos de tu vida, nuevos enfoques, es maravilloso. Los niños no deben estar en un centro, aunque funcionan bien y son necesarios porque no hay familias para todos; pero es quitarles un poquito de su infancia. Todos los que crecimos en una familia más o menos organizada tenemos recuerdos buenos, y ellos también tienen que tenerlos. Se necesitan muchas más familias. Y además nunca nos sentimos solos porque tenemos el apoyo de los técnicos de Cruz Roja, y eso es algo muy importante.