Lecciones femeninas

José Antonio Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

29 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el paso de los años uno va constatando realidades que se hacen verdades incuestionables. Por ejemplo, que las mujeres tienen una capacidad mayor que los hombres para relacionarse entre ellas, para asociarse en actividades de tipo social y humanitario, y también que, llegadas a una edad, son capaces de aprovechar mejor el tiempo de ocio y de diversión. Yo lo intuía ya de niño, cuando veía que eran mi madre y mi abuela las que mantenían una relación social más fluida y natural con vecinas y familiares. Eran ellas, como las madres y abuelas de otros niños, quienes se encargaban de la casa y del cuidado de los hijos, pero eran las primeras en sumarse a acciones solidarias en favor de la vecindad. Hoy, ya en la fase más serena de la vida, sigo comprobando que el espíritu femenino no ha cambiado. En los ambientes en que me muevo me encuentro con mujeres de mi edad que nos dan sopas con ondas a los hombres de la misma generación en cuanto a curiosidad por saber, ganas de participar en actos sociales, de relacionarse, ganas de ser útiles a la sociedad, de pasarlo bien, de aprender y culturizarse y de disfrutar de la vida mientras se pueda. No hay más que asistir a un acto cultural para ver que quienes llenan el local son mujeres. Que asisten por el interés del acto en sí, pero también porque se ven con amigas, porque salen de casa, porque quieren sentirse vivas. Y es que, antes, han estado cuidando de sus mayores (si les viven) o de sus nietos (si tienen que hacerlo). A los hombres, parece que todo esto de socializarnos, de compartir un tiempo con otros y de mantener la curiosidad por saber nos importa menos, que no es asunto nuestro, que nos sirve con tomar un café con el amigo de siempre. Ahora mismo, los clubes de lectura, las corales, los grupos de yoga, de senderismo, piscinas climatizadas, tertulias a la hora del café, etc., son mayoritariamente femeninos. Así enriquecen sus vidas .

 Los hombres y mujeres de mi generación tuvimos muy poca información sobre el mundo emocional y psicológico. En la escuela no se hablaba de esto, en casa tampoco. Lo que interesaba era lo relacionado con la inteligencia del niño o niña, a ver si vale o no vale para estudiar. Es decir, nadie nos enseñó que, ya desde pequeños, necesitamos aprender unas habilidades humanas que nos serán necesarias para llevar una vida satisfactoria, como el autoconocimiento, la empatía con los sentimientos de los demás, el arte de saber escuchar, la destreza para resolver conflictos en vez de crearlos, la generosidad y la colaboración con los que nos rodean. Pero yo creo que esta carencia en la formación de todos la acusamos más los hombres que las mujeres. Ellas sí que han sabido incorporar a su conducta emocional todos esos valores humanos que, en definitiva, hacen que sean más activas, más dinámicas, menos presuntuosas, más solidarias, más vitalistas, mucho más interesantes. A los hombres se nos hablaba de ser importantes, de tener poder y dinero. A ellas, más sutiles y profundas, les importaban otras cosas, las verdaderamente importantes.

En la excelente novela El cocinero del Papa, de Javier Guzmán, un padre les pregunta a sus hijos adolescentes qué quisieran ser de mayores. Los tres varones responden que arquitecto famoso, cirujano de prestigio, líder político… Y la chica le dice sin titubeos: «Yo quiero ser feliz, papá: mira qué lista».

Pues eso.