No digas movida, di calle Magdalena

Álvaro Alonso Filgueira
ÁLVARO ALONSO FERROL / LA VOZ

FERROL

JOSÉ PARDO

Tras la época dorada de la calle del Sol, la marcha está ahora solo unos metros más abajo

13 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una recta de ochocientos metros, aunque con muchos afluentes, concentra desde hace varios años la movida ferrolana. Si es que se puede seguir llamando así, porque ese término se queda, quizás, demasiado lejos para la gran mayoría de los que ahora nutren la calle Magdalena. Un tramo adoquinado, en un barrio con el mismo nombre, que se va llenando según se acerca la media noche. Una vez allí, como rezaba la canción, van dando la una, las dos, las tres... En un zigzagueo constante de un costado a otro que, además, va desde el extremo más cercano de la plaza de Armas hasta el próximo a los jardines de Herrera.

La navegación nocturna, no obstante, acostumbra comenzar en los mencionados afluentes, como son la calle Pardo Bajo, del Carmen, María u otras tantas que reúnen los sitios con mayor afluencia a la hora de la cena. Desde esos puntos, los más animados -y los que no tienen que trabajar al día siguiente- se dirigen a la calle Magdalena, que en las fechas más señaladas, como se pudo ver en la Semana Santa, se convierte en un auténtico hormiguero. Y es que el catálogo de locales existente no se encuentra en ningún otro lugar de la ciudad. Por un lado están los que mantienen los nombres míticos, esos que ocupan las anécdotas de las últimas décadas. Por otra parte, los garitos -permítase la expresión- emergentes. Se diferencian, la mayoría, tanto por su continente por su contenido. Unos con la madera y el mobiliario antiguo como protagonistas. Otros, con los colores y los nuevos diseños intentando llamar la atención. Dónde se encuentra la esencia, eso sí, ya es una valoración subjetiva.

Hasta que salga el sol

La cuestión es que la noche suma horas y la mayoría avanza por el riachuelo hasta desembocar en los pubs que rodean Amboage. Desde allí, con el sol amenazando con salir, es decisión de cada uno mudarse a alguno de los escasos afters que quedan en la urbe, como el de la zona de San Juan.

Lo que queda claro es que la calle Magdalena tomó el relevo hace ya varios años a la del Sol, con la que se perdieron otro tipo de ambiente y las discotecas más puras, aunque alguna queda, al igual que otros locales variopintos, como el que cierra la vía antes del Reina Sofía. Qué zona era mejor, nuevamente, queda a gusto del consumidor.

Más allá de la milla de oro de las copas está un lugar que descansará estas semanas. El Cantón, del que más se ha hablado estos meses y no precisamente de forma positiva, continúa siendo el hogar del botellón para los más jóvenes, que ahora se encuentran en plenos exámenes. Seguramente, conforme pasan los años, como de un ciclo de vida se tratase, estos irán creciendo hasta mudarse a la calle Magdalena.