Misa del Gallo

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

24 dic 2016 . Actualizado a las 00:47 h.

Cada año, cuando llega este día, que es el de la Nochebuena, gentes de las edades más diversas suben caminando al monte Marraxón, en la parroquia fenesa de Santa Mariña de Sillobre, que es la primera de las de la diócesis de Santiago. Y desde allí, desde lo alto -desde la cima coronada por una mámoa en la que la literatura cree haber visto resucitar a un rey con su caballo, como en las leyendas del norte herederas del tiempo en el que las voces de los muertos aún se escuchaban-, ven marchar el sol, que se hunde en el Atlántico para permitirle a la oscuridad que durante unas horas cobije el mundo bajo su manto. Contemplan, también, entonces, los caminantes, cómo se enciende, a lo lejos, la linterna de la Torre de Hércules, alzada por el romano para amparar la navegación de sus barcos, que desafiaban a los peligros del Océano, frente a las costas de la antigua Gallaecia, de camino hacia la Vieja Bretaña. Mientras, a sus espaldas -tras quienes han subido caminando a Marraxón, quiero decir-, la fraga del Belelle enmudece. Tampoco allí, en ese paraíso casi secreto, faltan leyendas, como las que hablan de serpientes gigantes. Pero la oscuridad hace callar a casi todos los seres que habitan la espesura, y muy en especial a los que solo se manifiestan cuando alguien los ha soñado. Únicamente el río sigue cantando. En ese instante, antes de que se borren los senderos, los caminantes descienden desde Marraxón hacia las luces de colores y hacia el calor de los hogares, que anuncia la Navidad. Y en lo alto del monte solo quedan las sombras de un tiempo que ya no existe, aguardando, pacientemente, a que llegue, por el aire, el sonido de las campanas, llamando a la Misa del Gallo.