Ferrol, Detroit y el papel del Estado

FERROL

04 mar 2021 . Actualizado a las 12:53 h.

Un par de piezas informativas grabadas y emitidas esta semana por V Televisión pusieron de manifiesto con más elocuencia que decenas de declaraciones el paralelismo entre el proceso de degradación urbana de Ferrol Vello -el más evidente y sangrante, pero no el único- con el declive social y económico de la ciudad. Ferrol, el Detroit gallego es el título de uno de los reportajes. Detroit, la ciudad norteamericana que creció como la espuma gracias a la industria automovilística, que generó cientos de miles de empleos durante décadas, se declaró en bancarrota hace solo unos meses después de haber perdido hasta el sesenta por ciento de su población y de que se viese incapaz de mantener algunos servicios públicos esenciales. Ferrol, dependiente en exceso del sector naval desde hace tres siglos, ha vuelto a entrar en barrena demográfica y económica, en unas proporciones tal vez nunca conocidas en la historia más reciente. Y como en la ciudad de Míchigan, el reflejo más evidente es la ruina arquitectónica.

Es cierto que equiparar Ferrol y Detroit es una hipérbole. Pero válida. Ferrol pierde población a un ritmo de mil vecinos por año (20.000 en dos decenios), es la ciudad gallega con la mayor tasa de paro (un 32%) y los ingresos por hogar son de los más bajos. Son datos que explican la penuria de una comarca que se ha visto obligada a meter en el dique seco su motor económico. Son datos que deberían haber encendido las alarmas aquí, en Santiago, en Madrid y hasta en Bruselas.

El cuestión no es tanto la adjudicación de un flotel, la contratación de un megabuque o el dique flotante. Son todas ellas acciones perentorias para una situación de emergencia. Pero lo que necesita la ciudad es, en primer lugar, saber lo que quiere ser. Haría falta ahora algo similar a lo que sucedió precisamente cuando los Borbones decidieron levantar aquí una ciudad para atender las necesidades de su Armada. Aunque son los ciudadanos, con las administraciones, los que deben decidir dónde poner el punto de mira para dirigir a él todos los esfuerzos. Teniendo como base la actividad naval -en el sentido más amplio- pero diversificando y rentabilizando las ventajas competitivas que aportan una posición geográfica y los recursos naturales. Explotando las singularidades, en definitiva.

La degradación de Ferrol Vello no es consecuencia inmediata de la última crisis. Es el resultado de una larga historia en la que se combinan el éxodo hacia barrios de nueva construcción, la avaricia de especuladores que aguardan al punto sin retorno del abandono y una dudosa capacidad política para construir una ciudad habitable en todos sus rincones. Del mismo modo, el crítico estado de salud de Ferrol es el resultado de un modelo fallido. O de la ausencia de un modelo, de una sociedad dispuesta a defenderlo y de liderazgo para encaminarlo.

Hay voces que dicen que Ferrol no puede seguir reclamando el auxilio del Estado, que ese es nuestro cáncer. Pero ¿por qué no? Acaso no es esta situación de emergencia una consecuencia de decisiones del Estado. Sin el compromiso de la gente con su propio futuro no hay camino que andar. Pero el Estado no puede desaparecer. En Detroit -Estados Unidos- no lo hizo y acudió al rescate. No es parasitismo, es justicia.