La locura por Nate Davis

Paulo Alonso Lois
paulo alonso lois FERROL / LA VOZ

DEPORTES

REVISTA OAR

El espectacular juego y la bonhomía del alero del OAR revolucionaron en los ochenta Ferrol, donde el sábado recibirá un reconocimiento público

13 nov 2013 . Actualizado a las 18:36 h.

Vestía las ceñidas camisetas Adidas del OAR Ferrol y los ajustados pantalones ochenteros, pero jugaba un baloncesto del futuro. Capaz de elevarse como pocos en los primeros ochenta, Nate Davis (Columbia, Carolina del Sur, 1953) fue la primera gran estrella de A Malata sobre un cuerpo fibroso de solo 1,94 metros. Tres veces máximo anotador de la ACB, su trayectoria, que había tenido antes paradas en San Sebastián, Valladolid y Santiago, la cortó una fractura de clavícula en Santa Coloma, durante un partido contra el Licor 43. Al dejar la universidad, ejerció de ayudante del sheriff en su ciudad, y tras irse de España le estafaron y gastó el resto del dinero para averiguar la enfermedad de su mujer, que acabó falleciendo de sida. Su vida, apartada del básquet desde que se fue de Ferrol, da para una película. Por eso Informe Robinson, de Canal +, lo lleva a Ferrol para evocar su brutal impacto en la ciudad, donde recibirá un homenaje el sábado.

«Me podía decir 'me la tenéis que dar porque sé que la voy a meter'»

Miguel Loureiro representa como nadie al jugador de club de los años setenta y ochenta. No vistió más camiseta que la del OAR. Nadie mejor para explicar la huella de Davis en Ferrol. «Caló mucho porque era un hombre bueno, con un gran corazón y un excelente compañero», explica el deportista de Canido sobre su pegada en el vestuario y en la ciudad. A nivel deportivo, primero lo sufrió como rival: «Nuestro equipo venía subiendo desde Tercera. Recuerdo un encuentro contra el Miñón Valladolid que levantó él solo tras salir en el segundo tiempo con la mano izquierda vendada [tenía el escafoides roto]. Con su repertorio de mates y tiros desde todas las esquinas nos terminó derrotando». Luego lo vio entrenar de forma diferente: «Recuerdo un ejercicio de 65 lanzamientos, típico de los yugoslavos, que él realizaba con tiros muy lejanos, y los metía». Y también participó de sus exhibiciones: «Un día en Gran Canaria, al llegar el momento clave, el entrenador pedía transiciones, pero en dos ataques seguidos cogió el rebote, se unió al ataque y metió dos canastas desde nueve metros. Había que dejarle un espacio al margen de la táctica. Podía meter 20 puntos en solo cinco minutos, pese a sufrir defensas muy duras. Rendía a veces por impulsos». Porque, como buen anotador, Davis destrozaba las pizarras. «Cuando a veces no le llegaba la pelota, me podía decir ?me la tenéis que dar, porque sé que la voy a meter, no puedo estar tanto tiempo sin recibir?», recuerda el capitán. «Es que era capaz de coger el balón del suelo, de espaldas, y meter un mate en la cara de dos torres de 2,12 metros. Tenía unas cualidades físicas extraordinarias y una capacidad increíble para manejar su cuerpo en el aire para hacer mates, tapones, rectificados...», comenta Lou.

«Fue el compañero ideal para mí, un joven que llegaba al país»

Davis ya era una estrella cuando un joven Anicet Lavodrama, recién salido de la Universidad Baptista de Houston, cruzó las puertas del vestuario de A Malata con 22 años. «Fue el compañero ideal para mí, un joven que llegaba a otro país, a mi primera liga profesional. Él había sabido adaptarse al entorno muy bien, y llevaba una vida tan discreta y familiar», explica el pívot centroafricano. «Nate era una persona muy religiosa, volcada en su mujer y sus dos hijos pequeños. Al mismo tiempo, necesitaba sentir el cariño de la gente en una España que había dejado atrás poco antes la Transición. El entorno de Ferrol era muy bueno, pero al mismo tiempo desconocedor de los extranjeros. Te observan mucho, y él necesitaba ese afecto y comprensión que le dieron, en primer lugar, la gente del club», razona Lavodrama. El alero del OAR llevó un sello diferente a la ACB, capaz de convertir en un mate un rebote llegando desde el punto de lanzamiento de tiros libres. «Era sencillo en su vida y exuberante en la pista. Yo venía de la liga universitaria y me impresionó. Mi ídolo en esa época era Julius Erving, el Dr. J, pero Nate estaba muy cerca de él en cuanto a espectacularidad. Davis tenía más movilidad plástica, una explosividad descomunal, y tiraba triples antes de que los hubiera en el baloncesto europeo», añade Lavodrama.

«Necesitaba el cariño de la gente»

Rogelio Bermúdez, recuperador de aquel mítico equipo, entabló amistad con Davis. «Era un muchacho excelente y solo se enfadaba en el banquillo -bromea- porque lo que quería era jugar. Se quedaba suspendido en el aire. Me decía ?cuanto más salto, más cerca estoy de Dios?. Porque era muy religioso». Destaca su adaptación al grupo. «Cayó en un vestuario muy familiar y unido, y encajó bien. Al mismo tiempo, necesitaba sentir el cariño de la gente», recuerda Bermúdez.