«La óptica del faro de Bares era grande... cabían dos personas»

ana f. cuba O BARQUEIRO / LA VOZ

FERROL

ANGEL MANSO

Este torrero de O Barqueiro repasa su larga vida laboral, que arrancó en las Illas Sisargas y culminó en Estaca

27 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Acaba de cumplir 87 años, pero rememora con detalle fechas, situaciones y anécdotas de sus 45 años de farero. Manuel Rivera Pérez (O Barqueiro, 1926) ingresó en el cuerpo de torreros en 1946 y se estrenó en las Illas Sisargas. «Hacían el servicio cada seis días (en lancha) y a veces, si había temporal, pasaban 15 sin ir... necesitabas víveres en abundancia», cuenta. Tras este primer año, con tres compañeros, cambió de isla. «En Sálvora eché dos años, vivían siete colonos y teníamos relación con ellos [nacieron varias parejas de farero y lugareña]. Hambre no pasábamos...». A su casa, en O Barqueiro, solo regresó dos veces en dos años, para disfrutar de los 45 días de vacaciones.

El siguiente destino fue Prior. «Podías ir a Ferrol porque había coche de línea desde Covas», recuerda. Ya se había casado con su novia de O Barqueiro, Carmen Méndez, y en aquella época nació su primogénito, Jesús. «Me vine a casa a dar a luz», apunta su mujer. «Aquel faro era de petróleo, había que encenderlo, vigilarlo de noche, estar pendiente por si se apagaba por una avería y darle cuerda a la máquina de relojería», explica Manuel. Después de año y medio en Mera (Oleiros), atendiendo una luz de enfilación a la entrada de A Coruña -«si se iba la luz había que arrancar a mano el generador»-, la familia partió hacia Estaca de Bares, donde permanecieron durante 36 años, hasta la jubilación. «Era un faro de petróleo, de primer orden, con una óptica francesa de 1850, tan grande que un señor mayor y el cura jugaban a la baraja dentro... En 1964 se electrificó», relata. Después se instaló una sirena y se sustituyó la óptica por una con linterna aeromarítima, y en 1974 entró en funcionamiento el radiofaro. Su trabajo consistía en «revisar todos estos aparatos, con tres generadores, uno solamente para la sirena y dos automáticos, por si fallaba la corriente».

Cuando recalaron en Estaca de Bares, «aquello era muy aburrido», comenta Manuel. «Veníamos a O Barqueiro en moto». Y más de una vez, transitando por aquella pista sin asfaltar, acabaron por el suelo. Viajaban los dos y su hijo pequeño, Fran, que hace unos días contactó a través de Facebook con los hijos de un farero andaluz que había trabajado en Bares, con quienes jugaba de pequeño. Su estancia en la punta más septentrional de la península coincidió con la construcción de la base americana, aunque apenas trabaron relación con los militares.

Sin luz y con teléfono

El teléfono llegó antes que la electricidad al faro de Estaca de Bares -«sin luz, ni nevera, ni lavadora, ni televisión... con una plancha de carbón, imagínate, los primeros años», evoca Carmen-. Se trataba del primero de la zona y vecinos del Porto y la Vila acudían para comunicar algún acontecimiento a través de aquel aparato de manivela. En su larga trayectoria profesional, Manuel no recuerda naufragios ni accidentes graves. Sí el estruendo que causó el cable del radiofaro, una noche de temporal, al caer sobre las viviendas. Y un viento de más de 100 kilómetros por hora que rompió el mástil del anemómetro.

manuel rivera pérez farero jubilado