Romay deseó «el mejor año» a Ferrol bromeando con el alcalde sobre un escenario absurdo

Xosé ?V. gago FERROL

FERROL

CÉSAR TOIMIL

La diferencia de altura entre los dos y un andamiaje que impidió al público ver bien protagonizaron la noche

25 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Acertó el gobierno cuando eligió a ese gran tipo que es Fernando Romay para pregonar el inicio de la semana grande de las fiestas. Romay leyó la mayor parte de un discurso más cariñoso que brillante que remató deseando «el mejor año» y «las mejores fiestas» a los asistentes. Arrancó fuertes aplausos al recordar a Gómez Noya, bromeó con Juan Fernández (su antiguo patrón durante sus dos temporadas en el OAR), elogió las «grandes, grandes fiestas de Ferrol» y, tan simpático como acostumbra, el medallista olímpico de baloncesto supo arrancar unos cuantos aplausos al público.

Pero Romay fue un gran acierto del gobierno local por su característica física más evidente, su titánica altura. La comidilla de la noche, y de su visita al Ayuntamiento para firmar en el Libro de Oro, fue el contraste con el alcalde, de talla más bien modesta. Pero José Manuel Rey no se arrugó o intentó evitar algo que saltaba a la vista, al contrario, con sentido del humor vaticinó «las fotos evocadores que mañana (por hoy)» publicaría la prensa y reconoció entre risas que «da un poco de vértigo verlo (a Romay) desde aquí».

Un escenario absurdo

El público respondió con risas y aplausos a la elegante salida del regidor, que también pidió disculpas por adelantado por «las cosas que no vayan bien».

Las hubo, y también sirvieron para subrayar el acierto de traer a Romay. Sus 2,13 metros le valieron para superar el absurdo diseño de un escenario que impidió que decenas de personas pudiesen ver qué pasaba encima. La mitad del frontal el escenario estuvo ocupada por una «zona Coca-Cola» reservada a los «vip» (miembros del gobierno local, familiares, algunos empresarios...), que vieron el pregón y los conciertos en un reservado separado de las masas por andamios que superaban con creces los 1,80 metros del suelo, así que en las primeras filas debieron hacer contorsiones cervicales para poder ver algo.

La organización tampoco logró quitar las tiendas (o «jaimas» como las llamó un indignado espectador) de la plaza de la Constitución, lo que inutilizó todo el flanco izquierdo de un escenario difícil de explicar si es desde la improvisación o el simple absurdo.

En directo Arranca la semana grande de las fiestas