Algunas fiestas han tenido que cancelarse por escasa demanda
31 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.A quien más a quien menos le gusta celebrar la Nochevieja por todo lo alto, pero corren malos tiempos para el bolsillo y la crisis se ha notado este año en las reservas para fiestas y cenas en los restaurantes y hoteles de la comarca. En un intento por captar clientela, muchos establecimientos han optado por ajustar al máximo los precios de sus cenas de Fin de Año -manteniendo las mismas tarifas del 2010 o incluso bajándolas- y algunos hoteles y restaurantes han tenido que cancelar los cotillones que tenían previstos por no haber suficiente aforo, como es el caso del Pazo Libunca o el Pazo do Monte.
En estos dos últimos casos, los responsables achacan la escasa demanda a la crisis, pero también a la aparición de nuevas opciones que han «absorbido» a parte de sus potenciales clientes. Es el caso de la macrofiesta prevista para esta noche en la Feria de Muestras, que ha sido organizada por los locales pertenecientes al grupo West Salon (responsables, también, de la fiesta ibicenca que se celebró hace pocos meses en el Reina Sofía) y a la que se espera la asistencia de dos mil personas, según diversas fuentes. «Las entradas las agotamos hace ya diez días, el 21 de diciembre», comenta David Santos, uno de los organizadores del sarao.
También ha tenido buena acogida la fiesta de Nochevieja que comenzará tras las doce campanadas en el Pazo da Merced de Neda. La organización -la empresa Glam Managment- espera la asistencia de unas 800 personas y asegura que se trata de una celebración «para todo tipo de público». «Las entradas las han comprado desde chavales de 18 años hasta personas de 40», apunta Diego Acevedo, organizador de la cita.
Los precios para asistir a estas dos fiestas rondan los 40 euros con barra libre, mientras que las cenas oscilan entre los 75 y los 110 euros. En La Concha, por ejemplo, ofrecen un menú de lo más completo con barra libre por cien euros, el mismo precio que el año pasado. «Tal y como está la vida, no lo podemos subir», apunta el propietario, Martín Espiñeira.