El Día do Peón recuperó ayer en Fene el juego más tradicional

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FERROL

Cientos de escolares participaron en la jornada que tuvo por escenario Perlío

12 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Fene fue ayer la capital gallega de los juegos tradicionales gracias a la celebración del Día do Peón, que cada año tiene por epicentro un lugar diferente de Galicia. En Perlío (tanto en el pabellón polideportivo del colegio Jorge Juan como en las instalaciones del Círculo Industrial y Recreativo) se dieron cita cientos de niños, en su mayor parte escolares feneses, ferrolanos y de municipios de la comarca como A Capela. Y simultáneamente, en centros de toda la comunidad autónoma se daba lectura al manifiesto de este año, que escribió -y en Perlío leyó personalmente- el escritor y periodista sillobrés Ramón Loureiro, académico numerario de la Academia de San Rosendo.

En las instalaciones del Círculo hubo, a lo largo de toda la mañana, talleres en los que los pequeños, de diferentes edades, confeccionaron desde peonzas artesanales hasta dibujos y pinturas inspirados en el mundo de las peonzas. Y a las doce del mediodía, todos los participantes en el encuentro fenés se desplazaron al pabellón polideportivo del colegio Jorge Juan (que había sido habilitado como espacio alternativo ante la posibilidad de que la jornada fuese lluviosa, como así sucedió), que fue donde se celebró el acto central. Un acto que estuvo presidido por el alcalde de Fene, Gumersindo Galego, a quien acompañaban buena parte de los integrantes del gobierno municipal, entre los que se encontraba la concejala de Cultura.

El alcalde animó a los pequeños a practicar todos los juegos tradicionales que ayudan a compartir experiencias y a convivir, e incluso lanzó él mismo el peón (al igual que la concejala fenesa de Cultura y algún edil más), demostrando que todavía recuerda, de su infancia, cómo hay que hacer para lograr que baile.

«Vexo bailar os peóns -dijo, por su parte, Ramón Loureiro-, e acórdaseme que houbo un día no que pintei un, con ceras de colores, ao pé dunha lareira que aínda quedaba na nosa casa e que non se acendía moitas veces, pero que algunhas tardes de inverno aínda iluminaba os camiños do misterio, coa forza do mellor sentidor de contos que existe: ese que Don Álvaro Cunqueiro -recordó el autor de León de Bretaña- chamaba el animal llamado fuego. O que lle daba sentido ao calor do fogar -subrayó Loureiro-. O lume sagrado».