Un okupa al que retiran la risga pide un piso social

francisco varela FERROL / LA VOZ

FERROL

Vive de forma irregular en una antigua casa militar del viejo polvorín de Mougá

24 oct 2011 . Actualizado a las 13:09 h.

A Rafael Beceiro Fernández las cosas no le van bien. Tiene 40 años, un niño con síndrome de Down y vive con su compañera de los últimos 17 años. Los tres habitan la antigua casa del oficial que mandaba el polvorín del Ejército en Mougá, que él invadió con el método de la patada en la puerta, arregló un poco y allí continúa, a la espera de que le concedan una vivienda social, «aunque esté un poco estropeada, que yo la puedo arreglar».

A trancas y barrancas iban tirando con los poco más de cuatrocientos euros de la risga, la renta de integración social de Galicia. Lo cierto es que la Xunta se lo ha retirado. Ahora que está con un brazo en cabestrillo y tiene tres vértebras dañadas como consecuencia de un reciente accidente de tráfico. La fractura del brazo es posterior al accidente, producto de una caída en su casa. «Es que cuando las cosas te salen mal incluso puedes ir a peor», dice. Una deuda en el banco de 260 euros le parece una millonada. Sobre todo cuando, si no le renuevan la risga, no podrá saldarla.

Sin alternativa

Había puesto las esperanzas en el anterior alcalde porque, pensaba, si se acometía el proyecto de un pequeño campo de golf en el antiguo recinto militar, ahora a disposición municipal, tendrían que buscarle una alternativa. Pero, en lugar de vivienda social, la única noticia oficial que ha tenido es que le retiran los 400 euros. «¿Y ahora qué hago yo, con qué vamos a comer?», se pregunta. Había conseguido que escolarizasen a su niño, de 11 años, en el colegio de Pazos (Serantes). También que se variase el itinerario del transporte escolar para que recogiesen al pequeño cerca de la casa. «Yo hago el mantenimiento de la casa, compré una bomba para el pozo de agua, electrodomésticos, porque tenía algunos ingresos como mariscador furtivo», comenta. Curiosamente, bordeaba la ilegalidad, pero cuando tramitó la escolarización de su hijo se le dijo que tenía que tener algún ingreso, dada la discapacidad de su pequeño, y por ello le tramitaron el salario social. «Y ahora me lo sacan, que ni puedo mariscar ni trabajar así como estoy, ¿hay quién entienda esto?». Rafael, que es vecino de la zona porque nació en Montecuruto, no quiere recurrir a «influencias» familiares, porque tiene un pariente que ejerce en política. Por eso aguarda que se le arregle el asunto, aunque pierde poco a poco la esperanza.