Un letrado con vocación de artista

B. Antón

FERROL

Manuel Ángel Vivero Álvarez, abogado

02 may 2011 . Actualizado a las 20:53 h.

Manuel Ángel Vivero Álvarez (Montevideo, Uruguay, 1960) confiesa que tiene cuatro pasiones: «Mi familia, el derecho, el arte y el golf», recita de corrido al preguntarle cuáles son. De lunes a viernes, su vida discurre entre libros de leyes, en su despacho de abogados, donde trabaja full time con la misma ilusión que tenía cuando lo montó, hace ya veinte años.

Pero, cuando llega el fin de semana, el letrado da paso al artista. Y es entonces cuando Manuel Vivero se transforma en Anxo Álvarez.

«Es el nombre artístico que utilizo desde que empecé a mostrar mi obra, hace ocho años, y desde entonces, ya he hecho cerca de cuarenta exposiciones», apunta al tiempo que explica que, además de hacer fotografía, también pinta y esculpe.

Igual que una madre a la que se le pregunta a qué hijo quiere más, Anxo/Manuel es incapaz de quedarse con una de sus pasiones. «El arte siempre me ha gustado muchísimo: es un medio con el que puedo expresarme y que me ayuda a liberar las tensiones propias de mi trabajo, que no son pocas, pero el derecho es mi vida y nunca podría dejarlo», dice sin titubear.

En cuanto a sus obras, Anxo cuenta que se mueven entre el simbolismo y la abstracción y que se sirve de ellas para expresar «ideas, conceptos y sensaciones». Prueba de ello son los retratos «danzantes» (como se refirió a ellos el escritor Ramón Pernas) que Álvarez mostró en su exposición Black Label o la escultura Solidaridad que el artista esculpió para Ultramar.

Entre leyes y arte anda pues su corazón, aunque reconoce que esas dos pasiones le roban a veces demasiado tiempo a su vida familiar. «Mi mujer y mi hija lo sufren, es cierto, pero nunca dicen nada, porque son muy generosas».