«Podría ser tamborilero toda la vida, pero me aburriría»

FERROL

El percusionista naronés Carlos Freire busca en la fusión de estilos la fórmula para disfrutar con la música

06 oct 2010 . Actualizado a las 15:14 h.

Percusionista «por ahora»; para músico, dice Carlos Freire, aún le quedan «unos años». Naronés, treintañero y afincado en Compostela, le pega a cualquier instrumento de percusión. Desde el año 2000 toca en la banda de la gaiteira Susana Seivane, tarea que compagina con una dilatada agenda de proyectos musicales y la labor docente.

-Se define como percusionista a secas, no músico ¿cuál es el matiz?

-La palabra músico la considero muy grande. No son todos los que están. Para llegar a músico hay que ser muy completo y tener una carrera que lo avale. Tener tus propios discos, hechos por tí y arreglados por tí. Quizá esa sea una de mis metas, pero me lo tomo con tranquilidad.

-¿Autodidacta o formación académica?

-De pequeño siempre estaba jugando con una lata y dos palos, o golpeando mesas. Empecé de forma autodidacta, pero cuando me fui a Santiago me apunté a clases. Sí, tengo mucho de autodidacta, aunque es necesario formarse: avanzas más rápido y abres tu mente.

-¿Influencias?

-Toco desde percusiones árabes hasta latinas, e incluso ritmos tradicionales, jazz o flamenco. Me encontré en el camino con diversas bandas y cada una tenía un estilo. Por ejemplo, con el grupo Espina (Ferrol) tuve mi primer contacto con la batería; a la música árabe me acerqué de la mano de una compañía de danza; música brasileña con un cantautor... es el ímpetu de conocer cosas nuevas y probar. Te interesas por nuevos tipos de música... podría ser tamborilero toda la vida, pero me aburriría muchísimo.

-El arranque definitivo lo dio en Santiago. ¿Ofrece más facilidades que una ciudad como Ferrol?

-Santiago abre muchas puertas. Culturalmente es una ciudad muy activa, muy dinámica en ese sentido. Hay mucha gente con la que puedes coincidir y montar un proyecto. Resulta mucho más fácil que en otros lugares, como Ferrol.

-Además de percusionista, da clases. ¿Qué actividad prefiere?

-Soy carne de escenario. Es lo que me llama y lo que creo que merece la pena del mundo de la música. Sentir esa transmisión de energía entre el público y el músico cuando estás en escena. Es en invierno cuando doy clase porque baja el volumen de conciertos. La verdad es que con la docencia también me lo paso bien. Además, trabajo con niños y eso es una experiencia muy grata. Me río muchísimo y aprendo muchísimo con ellos. A veces me sorprenden. En esas clases aprendes a estar tranquilo y a ser más paciente.

-¿En qué proyectos se encuentra ahora?

-Espera, que saco la agenda -bromea-. Ahora estoy en varias bandas. Llevo desde el año 2000 tocando con Susana Seivane, voy con el set de percusión. También estoy inmerso en una obra que combina magia, teatro y música, con el mago Teto. Con el músico Pablo Díaz desarrollo un proyecto muy bonito enfocado al público infantil, que salió con la editorial Kalandraka. Por otra parte, estamos a punto de sacar un disco con el grupo Pesdelán, esperemos que estas Navidades, en el que combinamos danza y música. Y todos los miércoles participo en los conciertos que hace la banda Crechas en la cervecería que lleva el mismo nombre, en Santiago. Al tocar varios estilos de música e instrumentos resulta fácil ese tipo de fusión: lo mismo tocas una samba que una bulería o una muiñeira.

-Dice que llegar a músico es una de sus metas, ¿alguna concreta?

-Como todas las profesiones, este es un mundo que quema. Hay momentos en los que la música empieza a convertirse en trabajo. Tampoco te puedes pasar de vueltas. Pretendo llegar a viejo dedicándome a esto, así que me lo tomo con tranquilidad. Intento calmar mis ansias de aprendizaje. Mi meta es llegar a un punto en el que esté satisfecho y contento con lo que hago. Probablemente nunca lo alcance. No sé. Hasta donde llegue. Lo intentaré.