El lado oculto de una prueba de surf

Antón Bruquetas VALDOVIÑO/LA VOZ.

FERROL

Un periodista de La Voz recrea con dos deportistas gallegos que participaron en el Pantín Classic lo que sucede antes y durante una competición de nivel mundial

27 ago 2010 . Actualizado a las 15:01 h.

Para un espectador corriente una manga del Pantín Classic consiste en cuatro surfistas en el agua luchando durante cerca de media hora por coger la mejor ola. Esa es la esencia, pero tanto en el agua como fuera de ella existen ciertas claves que solo visualizan los entendidos en este deporte. El coruñés Pablo Montero, que pertenece al equipo Billabong, y la ferrolana Yolanda Rodríguez, que recibe el respaldo de Movistar, recrean lo que sucede antes de entrar al agua y durante el tiempo que permanecen en el mar en un campeonato del circuito mundial.

«Es importante comer entre una y dos horas antes de empezar la competición», explica Pablo Montero, mientras camina hacia la orilla. «E hidratarse es otro de los pilares fundamentales para poder rendir al máximo nivel», agrega. «También -continúa- debes observar las mangas para ver en qué lugar rompen las mejores olas y cronometrar cada cuanto entran las series». En este sentido, el oleaje es caprichoso y no llega siempre con la misma intensidad a la costa. Las olas alcanzan la playa en grupos de tres o cuatro, algo que los surfistas denominan series.

«Antes de entrar al agua me gusta relajarme escuchando música», comenta la ferrolana Yolanda Rodríguez. Los dos deportistas inician el calentamiento y los estiramientos necesarios para que los músculos entren en acción.

«Solo -destaca Montero- te puntúan las dos mejores olas de todas las que puedas coger en los 25 minutos que dura la manga, por eso es importante empezar muy fuerte. Te quita presión y se la agrega a tus rivales». También «hace falta una pizca de suerte para que en el sorteo de la prueba no te toque cruzarte con varios de los favoritos al mismo tiempo». «En mi manga estaban tres grandes competidoras y se me hizo imposible pasar», se lamenta Yolanda Rodríguez. «El próximo año los dos tendremos una nueva oportunidad», recalca su compañero.

De pronto, los dos surfistas se alejan de la orilla y comienzan a disfrutar con lo que más les gusta: el surf.