«Había moitos 'hippies' de pegatina que non resistiron»

FERROL

Recogió sus bártulos en Morouzos e hizo un viaje sin vuelta a una aldea abandonada de Negueira de Muñiz

09 jul 2009 . Actualizado a las 12:11 h.

«¿ Folkies? ... non sei o que é». Y es que 25 años atrás, justo cuando José Martínez, Ginocho (Valdoviño, 1958) acudió por última vez al Festival de Ortigueira, aún no se le había puesto «denominación de origen» a los miles de jóvenes que cada año acuden al certamen folk.

La de Ginocho es una de las innumerables historias que surgen en el pinar de Morouzos. Su vida cambió diametralmente al conocer a unos muchachos que le propusieron ir a un pueblo abandonado en Negueira de Muñiz (Lugo). No se lo pensó. Recogió los bártulos y subió a un vagón de Feve: «Cheguei a Negueira cun pipote de viño e con noite pecha». Le habían dicho que aquello era una comuna hippy , pero «iso do amor libre e todo tipo de drogas é un falso mito». Allí, las cosas no funcionaban, ni funcionan así. «Había drogas, si, pero como en calquera outro lado».

Tardó dos años en regresar al domicilio familiar, en Meirás. Eso sí, solo de visita. Negueira era su nuevo y definitivo hogar. «Foron os anos máis felices da miña vida» asegura. Se instaló en una casa deshabitada de uno de los siete núcleos que formaban la «comuna» de Negueira. Conoció a una holandesa «que me sacaba medio corpo» con la que tuvo dos hijas. Las cosas iban bien: «Tiña auga, sol, leña e moita paz». Hijo de labradores, instruyó a más de uno para sacar provecho de la tierra, porque «había algún que botaba as patacas cun metro». Sin dar tregua a la colilla de picadura, Ginocho reconoce que aquel no era el lugar más idóneo para criar a sus hijas. Hace ya varios años que viven en Holanda. Ahora sobran dedos en una mano para contar los inquilinos que quedan. «Había moitos hippies de pegatina que non resistiron e voltaron coas súas familias», pero, «unha cura destas no lle ven mal a ninguén».

Lo peor de este lugar, «que non chega o cheiro do mar». Este es uno de los peajes que Ginocho asumió aquella noche de 1984, pero «repetiría sen pensalo».