Tres mujeres y un destino

TEXTO Beatriz Antón FOTO César Toimil

FERROL

Esta madre y sus dos hijas trabajan para hacer felices a las mujeres a base de telas de ensueño, lentejuelas y cortes perfectos; la moda es su vida

18 nov 2008 . Actualizado a las 12:25 h.

A Sheila y Sara López su madre les recuerda a veces a Mercedes, la estupenda esposa del televisivo Antonio Alcántara en Cuéntame cómo pasó . Y no son las únicas que ven el parecido. «Cuando comenzó a emitirse la serie, mucha gente me lo comentó», confirma su madre con una sonrisa de oreja a oreja. Y es que, al igual que el personaje que borda Ana Duato en la pequeña pantalla, Luz Pérez Gutiérrez empezó en el mundo de la moda desde lo más bajo -dándole a la aguja y al dedal en su casa-, y desde esos orígenes humildes, consiguió levantar un negocio próspero y prometedor.

Pero para contar esta historia como es debido hay que retroceder más de cincuenta años en el tiempo y situarse en las aulas de Las Mercedarias. Porque fue allí, con las monjas, donde esta mujer aprendió a dar sus primeras puntadas. Después le enseñó el oficio su tía Adelaida, y con 16 años, Luz montó su propio taller: «Mi padre siempre me decía que trabajase para mí misma y no para los demás, así que decidí hacerle caso y creo que no me equivoqué».

Y fue así, por su cuenta y riesgo, como Luz quiso inaugurar su trayectoria profesional. Durante varios años trabajó sin parar en su taller de confección -donde hacía ropa para clientes particulares y para los antiguos almacenes Pedregal de la calle Real-, y en 1972, con 28 años y ya casada, dio el gran paso al abrir Lille, su primera boutique de moda. «Allí viví una época dorada, fantástica... La tienda siempre estaba llena y yo creo que era porque empezamos a ofrecer diseños de primerísimas figuras de la moda, como Pertegaz o Elio Berhanyer, que por entonces resultaba muy difícil encontrar en Ferrol», recuerda la modista con un hilo de nostalgia en la voz.

Al rememorar aquella época, Luz tampoco se olvida de mentar a su marido, el centrocampista del Racing Roberto López. Cuenta orgullosa que él no solo la apoyó en su carrera, sino que incluso trabajó con ella en la tienda, tras colgar las botas y abandonar los campos. «Se llevaba muy bien con las señoras», asegura su hija Sheila sonriente. «Y además todas lo apreciaban mucho», certifica Sara a renglón seguido.

Una y otra ya revoloteaban por Lille cuando eran niñas. Pero ni la una ni la otra se imaginaban, por aquel entonces, que terminarían siguiendo los pasos de su madre.

«Nuestros padres siempre quisieron que estudiásemos y eso fue lo que hicimos», explican las dos hermanas. Sheila se licenció en Filología Inglesa, y Sara hizo Económicas, pero, al terminar la carrera, la vida quiso depararles el mismo destino. Tras trabajar durante un tiempo junto a su madre en Kala (la tienda que Luz inauguró en 1994, poco antes de cerrar Lille), Sheila decidió montar su propio establecimiento. En el 2000 puso en marcha Verso, y poco tiempo después, Sara se unió a ella para llevar las cuentas del negocio.

Son tres mujeres. Tres formas distintas de ver la vida. Tres personalidades diferentes. Pero entre ellas nunca ha habido lugar para el desencuentro. Las hijas admiran mucho a su madre y aseguran que ella ha sido siempre «su gran maestra». «Nos ha dado mucha libertad, nunca nos ha anulado», advierte Sheila. «Y cuando vamos a ver con ellas las colecciones -añade Sara-, siempre aprendemos a fijarnos en cosas importantes que antes no apreciábamos, como detalles de los tejidos, de la confección....».

La admiración es mutua y Luz no se calla las cualidades de sus hijas. De Sara destaca que «es muy responsable», mientras que de Sheila resalta su «don de gentes». Las tres opinan que la ropa es algo más que un trozo de tela -«te ayuda a sentirte bien contigo mismo», advierte Sheila-, y cuando se les pregunta por cómo se viste en su ciudad, vuelven a coincidir. «En Ferrol, como en Oviedo, las mujeres siempre han vestido muy bien».