Entrará José Luis Comellas en octubre en su octava década de vida, pegado a un telescopio. No recuerda la de noches que le ha pillado la luz del sol tras una larga madrugada.
-¿Vio las Perseidas?
-Algo sí, es algo muy divertido, aunque este año fue algo pobre, pero siempre es entretenido porque contar estrellas nos da una idea de la dimensión del firmamento.
-¿Y sigue viendo las estrellas con regularidad?
-Ahora poco. Tengo más medios porque me compré un terreno a 27 kilómetros de Sevilla y allí creé un observatorio, y me he pasado miles de horas. Le he robado muchas horas al sueño, tantas que a veces me decía: '¡Cómo se van distorsionando las estrellas!'. Y era que se estaba haciendo de día, tras siete u ocho horas seguidas sin darte cuenta. Ahora, con ese observatorio, tengo que subir una escaleras de caracol, abrir la cúpula, preparar el material... Exige bastante, por eso lo hago poco. Pero disfruto enormemente.
-¿Y ha enganchado también a su mujer?
-Pues no lo he logrado, no... Ya sabe que se habla de la sufrida mujer del astrónomo.