¿Se puede vivir realmente sin plástico? Esta pareja demuestra que sí

FAI GALICIA VERDE

Fue en el 2015 cuando Patricia Reina y Fernando Gómez comenzaron a transformar su estilo de vida hasta conseguir librarse (al 99 %) de este tipo de desechos. Insisten en que «eliminar la mitad de los plásticos desechables en un año es posible sin hacer esfuerzo». Añaden que «reciclar no basta; hay que ir un poco más allá. Debemos rechazar lo que no necesitamos»

14 jun 2019 . Actualizado a las 13:58 h.

«El primer paso para vivir sin plástico es proponértelo». Patricia Reina (Córdoba, 1982) y Fernando Gómez (Madrid, 1966), concienciados cada vez más ante la contaminación por plásticos en el océano y por el peligro que su consumo desmesurado supone para el medioambiente, decidieron asumir el reto en el verano del 2015. Ella fue la que dio el primer paso pero al desafío se sumó rápidamente Fernando. «Un día que no había llevado comida al trabajo, bajé al supermercado más cercano a comprar la típica ensalada preparada que viene en un envase grande de plástico duro. Al abrirla encontré cada ingrediente empaquetado individualmente en plástico; el aliño venía en una bolsita de plástico y, para colmo, con un tenedor de plástico. Cuando acabé de comérmela y vi la cantidad de residuos que había generado, me quedé asustado», relata el madrileño en el libro Vivir sin plástico (Zenith), de reciente publicación, en el que ambos aportan tanto datos sobre el titánico problema («solo en España usamos más de 13 millones de pajitas diariamente») como, desde su propia experiencia y no sin humor, comparten sin aleccionar consejos e ideas para todos aquellos que quieran seguir su ejemplo. La publicación comparte título con el exitoso blog que la pareja abrió en agosto del 2015 para hacer público su compromiso y tratar de evitar abandonarlo ante la primera dificultad, una página en la que al principio solo publicaban cada domingo una foto de los residuos plásticos (cada vez más menguantes) generados a lo largo de la semana pero que sin descanso evolucionó hasta convertirse en un espacio de concienciación y divulgación sobre la problemática del plástico, con alternativas para evitarlo.

En su caso lo primero que hicieron, y que señalan como inicial recomendación, fue la de «fijarse en lo que uno genera, algo a lo que te ayuda guardar todos los plásticos que desechamos durante un periodo determinado», aclara a La Voz Patricia Reina. «Si tiras algo en el trabajo o, por ejemplo, si sacas la basura cada dos días, no eres plenamente consciente de cuáles son los plásticos que más usas ni el volumen generado. Cuando lo juntas, es cuando realmente te das cuenta del consumo realizado. Después, depende de cada uno. Se puede hacer una lista o sacar una foto, como hicimos nosotros. El objetivo en nuestro caso era que, poco a poco, la montaña de plásticos se fuese reduciendo hasta que llegase una semana en la que no tuviésemos nada que fotografiar», puntualiza.

«Como siguiente paso, y después de contemplar todo lo acumulado, una opción sería reducir lo que más se repite o identificar aquello más sencillo de evitar. Una vez se tenga eso dominado, continúas por lo siguiente más fácil», explica la autora. «Hay que ir haciendo cambios poco a poco. Es necesario un periodo de adaptación porque si el cambio se asume de un día para otro sí puede resultar apabullante. Sin embargo, si se hace así, sin mucho esfuerzo, después de varios meses, o a lo mejor un año, es posible que hayas conseguido reducir hasta el 80 o 90 % de los plásticos desechables», defiende Patricia Reina. «Nosotros lo hemos conseguido al 99 %; lo único que nos van llegando son cosas que no podemos evitar, como medicamentos, preservativos o ropa deportiva. Los aceites, por ejemplo, aunque los compramos en vidrio, siempre vienen con dispensadores de plástico», insiste no sin puntualizar que «en todo caso, el objetivo no debería ser el plástico cero; lo importante es que cada uno reduzca en la medida de sus posibilidades».

Como otra pauta inicial a seguir los autores de Vivir sin plástico amplían a cinco erres la conocida regla de tres (reducir, reutilizar y reciclar). «Bea Johnson, madre del movimiento Zero Waste (Residuos cero) en el ámbito doméstico, las amplió a cinco, incluyendo “rechazar” al principio del proceso y “reincorporar” (hacer compost) al final del mismo», razonan en el libro. Sobre el primer punto Patricia Reina reitera que «siempre es el primer paso para reducir tu basura: rechazar o dejar de aceptar todo lo que no se necesita». «Sobre reducir, es básico plantearse, por ejemplo, que no necesitamos un producto específico para limpiar cada parte de la casa», continúa la cordobesa. «Sobre reutilizar es importante asumir que todos los objetos desechables, como maquinillas, bolsas o vasos, pueden sustituirse por unos reutilizables», añade. «Reciclar no basta. Hay que ir un poco más allá», resume sobre este punto.

Soluciones y alternativas al plástico

Una vez hecha la toma de conciencia, Patricia Reina y Fernando Gómez aportan tanto en el blog como en su libro varias sugerencias para tratar de dejar de utilizar este material. Estas son algunas de las principales:

Dónde y cómo comprar

Los autores apuestan por comprar en tiendas de barrio, mercados y mercados de agricultores, donde «nunca nos han puesto pegas por comprar evitando el plástico». También recuerdan que cada vez es más habitual la venta de fruta y verdura por Internet y ponen el foco, sobre todo, en el crecimiento de los establecimientos con secciones de venta a granel, por los que se decantan, al reducirse con este modelo los residuos generados, al comprar en ellos lo que se necesita -«ni más, ni menos»-, y al adquirir de esta forma «alimentos sin procesar». Fernando Gómez destaca que ya hay comercios que se dedican a vender productos de cosmética o de limpieza a granel; y los supermercados sin plásticos están comenzando a instalarse en las grandes urbes. «Y es una tendencia que va a ir a más».

Eso sí, los autores especifican que para comprar sin generar residuos «hace falta organización». Es necesario acordarse de llevar bolsas reutilizables, bolsas de tela pequeñas «perfectas para comprar frutas y verduras o productos secos a granel» o táperes, tarros y botellas para esos productos, como aceitunas, harinas o algunas especies, que no se pueden mantener en bolsas.

Para los supermercados donde no dejan usar las bolsas que llevan los clientes, Reina y Gómez recomiendan lo siguiente: «Reutiliza las bolsas de plástico una y otra vez. Además, emplea la misma bolsa para pesar varios productos y pega todas las pegatinas diferentes en esa misma bolsa».

Una cocina sin plásticos

La pareja española apuesta encarecidamente por evitar el desperdicio alimentario (aportan el dato de la FAO de que el 30 % de la superficie agrícola mundial se dedica cada año a producir los alimentos que luego son desechados) para lo que, recomiendan, «comprar menos y más a menudo» y mirar lo que uno tiene en casa antes de ir a comprar. «Tras unos meses comprando todo lo posible a granel, verás cómo se transforma tu cocina. Los envases a medio terminar y la comida procesada empezarán a desaparecer y dejarán espacio a lo más importante: la comida real», destacan en el libro.

Para conservar los alimentos y, como alternativas a los recipientes de plástico, optan por los «tarros de vidrio», «los protagonistas de la cocina» (que también sirven para congelar sin rellenarlos del todo), aunque apuntan más opciones, como fiambreras de vidrio con tapa de silicona o las de acero inoxidable, con tapa de acero, bambú o silicona.

Como recambio al film transparente y para tapar la comida, proponen, entre otras opciones, platos o tarros. También aconsejan sustituir el papel de cocina (que viene envuelto en plástico) por un trapo de tela y las servilletas desechables por otras del mismo material.

Alertan sobre el agua embotellada («cada minuto se compran un millón de botellas de plástico en el mundo») y proponen como otra posibilidad comprarla en botellas de vidrio, utilizar filtros de jarra o incorporar el binchotán, un carbón tradicional de Japón muy apreciado para cocinar porque no transmite sabor a los alimentos.

Los autores también inciden en que «cada minuto se producen alrededor de 39.000 cápsulas de café en el mundo» por lo que se decantan por la clásica cafetera italiana. En el caso del té, cuyas bolsitas, avisan, también llevan plástico, recomiendan comprarlo a granel.

Limpieza del hogar

Para evitar el plástico en la limpieza, Patricia Reina y Fernando Gómez proponen dos opciones, la de comprar detergentes a granel o hacer los detergentes en casa para lo que incorporan sencillas fórmulas a partir de cuatro ingredientes: vinagre, jabón, bicarbonato o limón.

Ponen la lupa, además, sobre las microfibras, a las que sitúan como la «amenaza invisible» al ser la «basura plástica más abundante del planeta». Recomiendan, para liberar una menor cantidad de fibras, lavar menos ropa y a bajas temperaturas y evitar los lavados muy largos.

Cosmética y aseo personal

Los autores de Vivir sin plástico precisan que el baño es uno de los sitios donde más desechos se acumulan. Por ello, aportan varias opciones como alternativa, como la de usar un cepillo de cerdas duras en vez de gel exfoliante, cambiar los botes de champú y gel por pastillas sólidas (para lavarte el pelo también proponen champú a granel o bicarbonato), sustituir el suavizante por vinagre de manzana o limón y todas las cremas por aceites.

También proponen optar por depilarse con cuchillas reutilizables, dejar de usar desodorante e incorporar a cambio la piedra de alumbre o lavarse los dientes con cepillos de bambú. Para las mujeres que tienen la menstruación, recomiendan usar la copa menstrual, compresas y salvaslip de tela o bragas menstruales (bragas con refuerzo en la parte inferior). 

¿Es más caro vivir así?

Patricia Reina no niega que es esta es una de las preguntas que muchos les formulan de inicio antes de abordar una vida sin plásticos pero aclara en que a la larga se ahorra dinero. «Si comparas producto a producto, sí que es cierto que algunas alternativas sí que pueden ser más caras, por ejemplo, un cepillo de dientes de plástico es más caro que uno de bambú. Pero también es verdad que si haces la comparativa general al final resulta más barato porque hay muchísimas cosas que dejamos de comprar. Con este modo de vida te haces más consciente y menos consumista», sostiene con orgullo, recalcando que, a pesar de lo que se pueda pensar, las tareas del día no llevan mucho más tiempo. «Es más sencillo de lo que parece», reitera.

Sobre el éxito de su propia trayectoria, subraya que aún están sorprendidos por la masiva respuesta del blog, por el elevado número de personas que les han escrito pidiendo u ofreciendo consejos o aclarándoles que intentan reducir el consumo de plástico gracias a ellos. «A nivel personal te das cuenta de la cantidad de cosas que antes comprabas por inercia y que no necesitas. Para mí, los últimos años han sido una especie de liberación», concluye la autora.