Fabricados en España, con calidad

MOTOR ON

06 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hemos asistido a un final de año muy pródigo en la presentación de nuevos modelos de automóviles. Por supuesto, lo más notable de los lanzamientos de este año es que, salvo raras excepciones, todos eran modelos electrificados, en sus diferentes variedades de eléctricos puros, híbridos, híbridos enchufables o micro híbridos.

La electrificación continúa imparable, a pesar de que los coches diésel siguen siendo los mejores para largos viajes y los de gasolina todavía nos sigan conquistando el corazón con sus sensaciones.

Pero la pasada semana teníamos la ocasión de conocer dos nuevos modelos que llegan al segmento de los compactos, el único que todavía se reparte la mayor parte de la tarta del mercado con los SUV, tan reclamados por los españoles ahora. Se trataba del Seat León, en su versión híbrida enchufable, y del nuevo Citroën C4, que también dispondrá de una versión eléctrica. Son dos modelos para un mismo segmento, pero dos propuestas diferentes, una más deportiva, la de Seat, y otra más cómoda, la de Citroën, pero en cualquier caso dos modelos que colman las aspiraciones de muchos españoles, coches de gran calidad, con una tecnología puntera en materia de seguridad o conectividad, que ya avanzan la conducción autónoma y que además abrazan la electrificación, que ahora mismo es bandera necesaria para ganarse el futuro.

Pero lo que me llama la atención es que se trata de dos modelos fabricados en España, que impulsan el Made in Spain, uno desde Martorell, en Barcelona y el otro desde Villaverde, en Madrid, en la misma fábrica que creó el gran emprendedor gallego Eduardo Barreiros.

Hasta hace apenas tres décadas, España era uno de los grandes fabricantes de automóviles de Europa, pero las características de los coches que entonces se producían en la piel de toro eran modelos de gamas bajas, coches de menos de cuatro metros, utilitarios baratos o furgonetas, destinados al gran público, pero sin refinamientos ni lujos.

Ahora mismo la cosa ha cambiado, como demuestran el Seat León o el Citroën C4, además de muchos otros como la gama de Renault en Valladolid y Palencia, los modernos Opel de Zaragoza, los Ford valencianos, los Volkswagen navarros o los Mercedes vitorianos.

España fabrica vehículos de alta calidad, con tecnología puntera, un valor añadido notable, y además lo sigue haciendo a precios razonables para resistir el envite de las nuevas fábricas ubicadas en el norte de África o del Este.

España ha sabido mostrar su potencial industrial en uno de los sectores más exigentes, el del automóvil, donde juegan los grandes como Alemania, Francia, Italia, Japón, Corea, China o Estados Unidos.

Por eso no se entiende mucho que desde sectores de la Administración española se estén poniendo palos en las ruedas de la industria, en forma de nuevos impuestos que gravarán las ventas. Unos impuestos que, curiosamente, incidirán más virulentamente en los modelos que se fabrican en España. No se pueden tener tantos asesores y que sean tan malos.