El Mustang que no pudo comprar Steve McQueen

MOTOR ON

En abril se cumplirán 50 años desde que se estrenó en España «Bullitt», una película icónica del cine protagonizada por Steve McQueen. Un filme que dejó para la historia una de las mejores escenas de persecución de automóviles de todos los tiempos y que convirtió al Ford Mustang GT390 Fastback protagonista de la escena en el vehículo más deseado de su tiempo.

28 feb 2019 . Actualizado a las 19:14 h.

Diez años después de terminar la película, en 1978, el actor Steve McQueen quiso comprar varias veces el Mustang utilizado en el rodaje. Buscó la pista de sus propietarios hasta que encontró a Robert Kiernan, el dueño por aquel entonces. Se puso en contacto con él a través de una carta escrita a máquina, escueta y algo fría. En ella Steve McQueen solicitaba dicho vehículo por cuestiones personales y le ofrecía otro Mustang similar siempre que el precio no fuese muy alto. Sin embargo Kiernan, quién lo había adquirido cuatro años antes por 6.000 dólares, se negó en rotundo. No pensaba deshacerse de él nunca. Y mantuvo su promesa, todavía hoy en día sigue en la familia. Aunque ahora es su hijo Sean el encargado de mantener este legado tan especial.

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UNA PELÍCULA ATÍPICA

Bullit fue fruto de la primera colaboración entre Warner Bros, el gigante del cine, y Solar Productions, una productora creada por Steve McQueen en 1968 y que, gracias también al gran momento que gozaba como actor, le permitiría tener mas control sobre sus películas. Con un argumento basado en una novela policíaca, en Bullitt el actor americano consiguió por primera vez grabar una persecución de coches completa en un escenario real, las calles de San Francisco, algo inédito en aquel momento (hasta entonces se construían escenarios ficticios). El realismo era la principal demanda de McQueen, por lo que el detalle se tomó con especial interés. Un ejemplo de este realismo fue el rodaje a alta velocidad: se adaptó un Chevrolet Corvette de 1966, el cual fue despojado de su carrocería para incorporar una cámara y rodar escenas a 180 kilómetros por hora, para así evitar las hasta entonces tan engañosas escenas a cámara rápida.

DOS VEHÍCULOS Y DOS DESTINOS

Para el filme se utilizaron dos unidades completamente idénticas. Para soportar las duras escenas de rodaje se realizaron numerosas modificaciones tanto a nivel de motor como de carrocería. Uno de los gemelos, el 558, denominación que hace relación a sus tres últimos dígitos identificativos del chásis, era el chico malo, utilizado para las escenas duras: las persecuciones, los derrapes o los saltos eran su pan de cada día. Esta unidad quedó muy malparada al final de la grabación. En el filme, como ejemplo, se puede observar lo maltrecho que quedó su tren delantero en el derrape final de la persecución. Tras el filme esta unidad tan dañada fue dada de baja en un desguace cerca de San Francisco. Su pista desapareció hasta que sorprendentemente, en el 2017 aparece en un depósito de chatarra en el desierto de México, eso sí, en un estado pésimo; le faltaba el motor y varias partes de la carrocería. Ahora mismo se encuentra en proceso de restauración en California con la colaboración de la propia casa Ford.

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La otra unidad, la 559, era el gemelo guapo, utilizado en el rodaje para los primeros planos y para escenas sin riesgo. Fue tratado entre algodones por lo que al final del thriller estaba en óptimo estado. Tras el rodaje de la película, esta unidad fue acondicionada y vendida.

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SOLO TRES PROPIETARIOS

Terminado el rodaje en 1968, la unidad 559 fue adquirida por un empleado de la Warner, quien lo mantuvo durante un año antes de venderlo a través de una revista de automóviles en 1970. Un total de 6.000 dólares pagó un detective afincado en Nueva York, quién solicitó que se lo enviasen por tren sin verlo antes, una osadía sabiendo que el viaje duraba más de 40 días. Cuatro años mas tarde y con 30.000 kilómetros decidió deshacerse de él. Un escueto anuncio en un periódico bastó para que Bob Kiernan, un joven de 24 años por aquel entonces, se fijara en él y decidiese comprarlo. Lo usó a diario hasta 1980, momento en que debido a un traslado de trabajo le obligó a inmovilizarlo en el garaje con poco más de 60.000 kilómetros.

En 1997 el hijo de Steve McQueen, Chad, intentó de nuevo adquirir lo que su padre no pudo hacer 20 años antes, sin embargo el resultado fue el mismo, su propietario seguía en sus trece.

Durante varios años el auto fue cambiando de garaje siguiendo a su dueño, siempre oculto a miradas indiscretas y evitando ser sacado a la luz, quizá por miedo al robo. Incluso los productores de la película Los Ángeles de Charlie, filmada en el año 2000, quisieron que apareciese este vehículo en escena con una de las tres protagonistas, Drew Barrimore, al volante. De nuevo el no por respuesta. Ni siquiera un viaje a Hollywood con todos los gastos pagados y una cena con la actriz pudo cambiar su respuesta. En el 2014, tras una larga enfermedad, su dueño falleció. Fue entonces su hijo quién, por fin, decidió sacarlo de una reclusión obligada que duraba ya casi 25 años. La idea de volver a experimentar una conducción deportiva radical, gracias en parte a las modificaciones que se le habían hecho en 1968, era la razón, según su propietario, para devolverlo al asfalto. Salvo alguna mano de pintura exterior, el coche se encontraba en estado original y excepcionalmente bien conservado. 

OCULTO CASI 45 AÑOS

Hasta el 2017 solo se conocía la existencia de la unidad 559, perteneciente a Bob Kiernan, propietario desde 1974 y oculto a las cámaras desde entonces a pesar de los múltiples intentos de compra, exposición o alquiler que desde diferentes entidades se le habían ofertado. Sin embargo, parece ser que la aparición de su gemelo en México fue la espoleta que detonó la puesta en escena de esta unidad, la 559. Hace solo unos meses este Mustang regresó a los focos casi por primera vez desde 1968. El momento elegido fue la presentación del nuevo Ford mustang GT 5.0 edición especial Bullitt, inspirado en el original. Un original que ya se está valorando por las aseguradoras en más de 4 millones de euros si se vendiese, aunque su propietario dice que no ha pensado siquiera en tantos ceros.

Hasta el 25 de abril, se exhibe en el museo de Tacoma; eso sí, tendremos que desplazarnos hasta EE.UU. para disfrutar en directo de esta joya.

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